Feliz Navidad y ¿próspero año nuevo?
El jefe de los obispos españoles, Luis Javier Argüello, se mostraba asombrado el otro día por el hecho de que en su Valladolid se siguen subtitulando los mensajes de Sílvia Orriols. El presidente de la Conferencia Episcopal Española echaba un cable a la líder de Aliança Catalana afirmando que no es correcto identificarla con la ultraderecha, ya que esta etiqueta no sirve para responder a la pregunta de por qué en Valladolid, de donde Argüello es arzobispo, interesan los mensajes de un partido que no tiene representación en el Congreso y solo tiene dos escaños en un parlamento autonómico y la alcaldía de una localidad que tiene la mitad de habitantes de Tàrrega o Balaguer. Argüello representa a un tipo de iglesia; los obispos catalanes que han denunciado el lamentable comportamiento del alcalde de Badalona con decenas de personas que llevan una semana durmiendo debajo de un puente representan a otro tipo de iglesia. Esta última, modélica; la otra, muy perjudicial, pero en tiempos de odios como los actuales previsiblemente tendrá más apoyos esta última con sus alegatos contra el sanchismo y el wokismo. La actuación del alcalde de Badalona, el hombre que presume de árboles navideños más altos que él, viene a ser lo contrario de lo que puede esperarse de la solidaridad y la empatía que se relacionan con el espíritu navideño, pero todo lleva a pensar que por ahí van los tiros, de tal forma que la feliz Navidad y el próspero año nuevo que deseamos a nuestros lectores es probable que se cumpla en el primer caso pero no en relación al 2026. Cada vez parece más claro que el llamado sanchismo no podrá evitar que a corto o a medio plazo, con un tope en 2027, la extrema derecha y la derecha extrema ocupen la Moncloa. El desalojo de Badalona tiene unos orígenes complejos de los que son responsables, quizás más que nadie, los partidos de centroderecha y de centroizquierda que han ocupado el poder en el estado español en los últimos 50 años. Esos partidos han promovido políticas que han erosionado la democracia, han provocado una burbuja inmobiliaria que ha echado a miles de personas de sus ciudades por la imposibilidad de acceder a una vivienda, han empobrecido a las clases medias y han disparado las desigualdades. Todo eso es caldo de cultivo para los populismos de ultraderecha que triunfan en casi todas partes, y ese caldo, insistimos, es responsabilidad de los partidos que se han repartido el poder en la democracia española desde la muerte de Franco, pero hay una cosa de la que son responsables únicamente los líderes de la derecha extrema y de la extrema derecha: la crueldad y el desprecio a las personas vulnerables. Nadie obliga al alcalde de Badalona a pavonearse de que el ayuntamiento que dirige no destinará un euro a las decenas de personas que duermen debajo de un puente tras el desalojo. Lo hace porque le da la gana.