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La dismorfia y, en concreto, la corporal, es un concepto empleado en el ámbito de la psicología para hacer referencia a la excesiva preocupación que algunas personas tienen ante la percepción de algún pequeño defecto físico, sea real o imaginario. Cuando dicha preocupación llega a convertirse en una obsesión, lleva a quien la sufre a pensar que los demás lo están observando a través de una lupa focalizada en ese defecto, lo que afectará a su autoestima y hará que experimente situaciones de sufrimiento y malestar psicológico que, de no ser corregidas por los profesionales de la psicología, podrían provocar situaciones de ansiedad y de estrés.En el ámbito laboral, el concepto de dismorfia de la productividad fue acuñado por la prestigiosa periodista Anna Codrea-Rado, quien en sus artículos en New York Times, The Guardian, la BBC o en su cuenta de Twitter lo viene a definir como la sensación negativa que experimentan aquellas personas que tienen la percepción de que su desempeño no se ajusta al que deberían aportar, o, dicho en pocas palabras, que no están siendo productivas en su trabajo. Al referirse al tema, es frecuente hablar también del síndrome del impostor, para hacer referencia a otro sentimiento negativo, en este caso de que no estamos a la altura o de que no somos suficientemente buenos en lo que hacemos y se despierta en nosotros el miedo a ser descubiertos.

Ambos conceptos pueden ser dos caras y ambas cruces de una misma moneda que pueden representar aspectos negativos del trabajo diario. Y si la dismorfia de la productividad es un sentimiento negativo que aparece después de hacer algo, el síndrome del impostor aparece antes de que lo hagamos y nos arrastra a pensar que no vamos a estar a la altura de lo que tenemos que hacer y que actuamos como unos protagonistas impostores que podemos ser descubiertos en cualquier momento. El síndrome del impostor lo que hace es mermar nuestra confianza y puede llegar a ser una de las causas de una disminución real de nuestro rendimiento y alimentar aún más la dismorfia de la productividad.

Cara y cruz de los efectos del trabajo Si bien se habla a menudo de la cruz que representa el trabajo y en ella aparecen grabadas las imágenes negativas del mismo, siendo la parte más señalada de la moneda cuando se habla del trabajo, se habla poco de la cara y de los efectos positivos que conlleva para las personas cuando este se realiza de forma digna y cumple con su principal misión, que es aportar valor instrumental permitiéndonos acceder a nuestras necesidades, ayudar a nuestra integración social, incrementar la autonomía personal, fomentar la formación, mejorar nuestra autoestima y, en definitiva, incrementar nuestros estándares de bienestar personal, familiar y social. Y si alguien cree que es mejor seguir hablando solo de los aspectos negativos porque cree que son pocos los positivos, que pregunte a quien haya tenido la desgracia de pasar por el desempleo y notar la falta de estos últimos, y a buen seguro será capaz de añadir muchos más a la pequeña lista que he citado, aunque también lo puede preguntar a todos aquellos profesionales que, sean trabajadores por cuenta ajena o simplemente como autónomos, están enamorados de su trabajo y que para ellos este constituye, además de todo lo apuntado, una herramienta casi vital.

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