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Alfons Alzamora, defendido por Mikolic.

Alfons Alzamora, defendido por Mikolic.

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Mucho se habló, tras las derrotas cosechadas ante Gizpuzkoa y Melilla, de la importancia de las rachas. Las cinco victorias del arranque liguero llenaron de una confianza necesaria a un equipo que había sufrido cambios importantes durante el verano. No hay mejor manera de comenzar la competición. Ganar genera una confianza que hay que saber administrar pues puede conducir a una peligrosa relajación. Por el contrario, una racha negativa lleva a un estado anímico de mayor tensión y la aparición de dudas que hay que eliminar cuanto antes. La victoria es el mejor antídoto.

Borja Comenge era muy consciente que saber aprovechar y alargar al máximo la racha positiva de las primeras jornadas era tejer un plácido cojín para poder soportar más cómodamente algún determinado momento. Sumergirse en esa sensación en la que ganar te lleva a ganar. Pero todos los equipos, incluso los mejores, en la temporada atraviesan situaciones complicadas que es necesario reconducir cuanto antes.

Después de tres derrotas consecutivas, la tercera anoche ante Leyma Coruña, es hasta tal punto lógico que aparezcan un sinfín de dudas. Dudas de los propios jugadores hacia sí mismos, hacia su propio juego, dudas de los técnicos hacia los sistemas, e incluso dudas de los aficionados de si el recambio de Luka Rupnik es el adecuado (malditas comparaciones).

Estos momentos necesitan una profunda reflexión, pero en ningún caso es momento de dudar. Es preferible reafirmar. Dudar de lo propio no reconduce la situación ni tampoco consigue victorias. Reafirmar mejorando lo que ya posees te proporciona ese pequeño empujón, esos pequeños detalles que te hace invertir la maldita racha. Y es que el hilo es tan pequeño entre la victoria y la derrota…

Alfons Alzamora, defendido por Mikolic.

Alfons Alzamora, defendido por Mikolic.

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