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¿Por qué los ciclones tienen nombre de persona?

Resulta más fácil de recordar el nombre de una persona que un número o un código

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Cada uno de los tifones, ciclones y huracanes tropicales detectados por los servicios meteorológicos recibe un nombre propio e individual que nunca se repite. La razón es bien sencilla. Ponerles nombre permite identificar los fenómenos climatológicos con rapidez y antelación para avisar a la población.

La lista de nombres no es igual para todos. Cada zona del planeta tiene su propia lista de nombres, que suelen ser de origen inglés, español o francés. 

La Organización Meteorológica Mundial elabora seis listas de nombres, una para la temporada de huracanes en curso y el resto para los próximos años. Cuando empieza la temporada de huracanes, los nombres de la lista quedan ordenados alfabéticamente: el nombre del primer huracán o ciclón empieza por A, el segundo por B, y así sucesivamente. Además, se alternan los nombres de hombre y mujer. Aunque el alfabeto tenga 26 letras, las listas de huracanes solo tienen 21 nombres. En todas las regiones se excluyen los nombres que empiezan por las letras Q, U, X, Y y Z, ya que son más difíciles de recordar.

Además, cuando un huracán, tifón o ciclón ha provocado una gran catástrofe, el nombre se retira de la lista y ya no puede volver a utilizarse como homenaje a las víctimas.

El actual sistema de nombres fue idea del meteorólogo australiano Clement Lindley Wragge a finales del siglo XIX. Empezó utilizando las letras del alfabeto griego y se sirvió de personajes mitológicos, nombres de mujeres e incluso de políticos que no eran de su agrado. Durante la década de 1950, el Servicio de Meteorología de Estados Unidos (NWS) empezó a elaborar listas de nombres para utilizar a nivel global, aunque solamente se incluían nombres femeninos para los fenómenos meteorológicos. Años después, varios grupos feministas criticaron la decisión de la NWS, al considerar que utilizar únicamente nombres de mujeres para designar los huracanes era una forma de machismo, ya que eran fenómenos imprevisibles y peligrosos.

Así fue como finalmente en 1979, se empezaron a alternar nombres masculinos y femeninos manteniendo el orden alfabético.

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