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La población abandonada de Lleida en la que el tiempo se paró en los años sesenta

Este antiguo asentamiento ubicado a 1.645 metros de altitud quedó despoblado hacia 1960 por sus duras condiciones de vida

El Santuari de Montgarri, a pocos metros de donde se encuentra el pueblo.

El Santuari de Montgarri, a pocos metros de donde se encuentra el pueblo.Viquipèdia.

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A tan solo 5 kilómetros de la estación de Beret, en la vertiente del río Noguera Pallaresa, se encuentra el Santuario de Montgarri y las ruinas de un pequeño pueblo que floreció durante el siglo XIX para posteriormente quedar completamente abandonado alrededor de 1960. Este desconocido enclave pirenaico, ubicado a 1.645 metros de altitud en pleno Valle de Arán, sucumbió ante las extremas condiciones climáticas y el aislamiento que dificultaban enormemente la vida cotidiana de sus habitantes.

El conjunto monumental está presidido por un esbelto campanario que ha protagonizado numerosas portadas de revistas de naturaleza y turismo rural. La fundación del santuario se remonta a los años 1117-1119, cuando según cuenta la leyenda local, la imagen de la Virgen fue descubierta milagrosamente por un buey que pastaba en los extensos prados de la zona, un relato que forma parte del rico patrimonio cultural e histórico de esta comarca leridana.

De la primitiva construcción románica apenas queda la portalada, que se encuentra actualmente tapiada y restaurada en el muro de la primera capilla. El recinto religioso contaba originalmente con un hostal para peregrinos, diversos corrales, pajares y la rectoría. En la actualidad, solo permanece en pie esta última edificación, que ha sido reconvertida en refugio de montaña y permanece abierta tanto en temporada estival como invernal para acoger a los numerosos excursionistas que visitan la zona.

Historia y evolución de Montgarri a través de los siglos

El asentamiento de Montgarri tiene un origen estrechamente vinculado a su santuario mariano. Lo que comenzó siendo un pequeño núcleo religioso fue creciendo paulatinamente hasta convertirse en un pueblo con cierta entidad durante el siglo XIX, cuando alcanzó su máximo esplendor. La comunidad se sustentaba principalmente de la ganadería y agricultura de subsistencia, aprovechando los pastos estivales para el ganado.

Sin embargo, las duras condiciones de vida en la alta montaña, con inviernos que podían dejar el pueblo completamente aislado durante meses, provocaron un progresivo abandono. La falta de servicios básicos, la ausencia de carreteras adecuadas y las limitadas oportunidades económicas aceleraron el éxodo rural. Hacia 1960, los últimos habitantes dejaron definitivamente el lugar, convirtiéndolo en uno de los muchos pueblos fantasma que salpican la geografía pirenaica.

A pesar de su abandono, el entorno natural privilegiado y el atractivo de sus ruinas han mantenido vivo el interés por este enclave. La conservación del santuario y la transformación de la antigua rectoría en refugio han permitido que Montgarri siga recibiendo visitantes, ahora con fines turísticos y deportivos.

Un destino imprescindible para los amantes de la naturaleza

El bucólico paisaje que rodea Montgarri lo ha convertido en uno de los destinos favoritos para excursionistas y amantes de la naturaleza durante cualquier época del año. Sus extensos prados alpinos, bosques de coníferas y la presencia del río Noguera Pallaresa crean un entorno de extraordinaria belleza paisajística que atrae a miles de visitantes anualmente.

Desde Beret existe un recorrido circular de aproximadamente 10,5 kilómetros que permite visitar Montgarri y regresar al punto de partida, una ruta perfectamente señalizada y accesible para personas con una condición física media. Durante el invierno, cuando la nieve cubre el paisaje, las opciones para acceder al santuario se multiplican, pudiendo realizarse el trayecto con esquís de fondo, mediante trineos tirados por perros o utilizando motos de nieve.

Las ruinas de las antiguas casas, dispuestas en torno al santuario, ofrecen un testimonio silencioso de la vida que alguna vez habitó este rincón pirenaico. Pasear entre ellas permite imaginar cómo era la cotidianidad en un pueblo de alta montaña, donde la supervivencia dependía directamente de los recursos naturales y la capacidad de adaptación a un entorno tan hermoso como hostil.

¿Cómo acceder a Montgarri durante todo el año?

El acceso a Montgarri varía considerablemente según la temporada. Durante los meses sin nieve (aproximadamente de mayo a octubre), es posible llegar en vehículo particular desde Salardú o Beret por una pista forestal, aunque se recomienda utilizar coches adaptados a terrenos irregulares. También existe la posibilidad de contratar servicios de taxi 4x4 desde poblaciones cercanas del Valle de Arán.

En temporada invernal, el acceso rodado queda prácticamente imposibilitado, recuperando así Montgarri parte de aquel aislamiento que provocó su abandono. Sin embargo, esto ha permitido desarrollar alternativas de transporte que constituyen experiencias en sí mismas: las rutas con raquetas de nieve, el esquí de travesía o los paseos en trineos de perros ofrecen una forma única de aproximarse al santuario.

Varias empresas locales organizan excursiones guiadas que incluyen el transporte, actividades en la nieve y comida en el refugio, una opción muy recomendable para quienes desean vivir una experiencia completa sin preocuparse por la logística. Estas actividades deben reservarse con antelación, especialmente durante fines de semana y periodos vacacionales.

El refugio de Montgarri: gastronomía y alojamiento en plena naturaleza

El antiguo edificio de la rectoría, convertido hoy en refugio de montaña, representa el único testimonio habitable del antiguo poblado. Gestionado profesionalmente, ofrece servicios de restauración y alojamiento tanto en temporada invernal como estival, constituyendo un punto estratégico para los excursionistas que recorren la zona.

La oferta gastronómica del refugio se centra en platos tradicionales de montaña, con especialidades como la olla aranesa, las carnes a la brasa y postres caseros que recuperan recetas ancestrales. Los ingredientes locales y de temporada son la base de una cocina sencilla pero sustanciosa, perfecta para reponer fuerzas tras las actividades al aire libre.

En cuanto al alojamiento, el refugio dispone de habitaciones compartidas con literas y algunos espacios más privados, siempre dentro del estilo austero pero acogedor propio de las instalaciones de montaña. Se recomienda reservar con antelación, especialmente en temporada alta, ya que la capacidad es limitada y la demanda considerable.

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