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Un hombre que vivió 4 años en la calle y ahora vive en Lleida: “tener que vivir en la calle es muy duro”

Un usuario de Arrels Sant Ignasi explica su historia a SEGRE y reclama más recursos a las instituciones para viviendas dignas: “Nunca recibí un gesto de empatía, me sentía rechazado”

J.C.B, un usuario de Arrels.

J.C.B, un usuario de Arrels.

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“Todo el mundo tiene derecho a un techo porque ver a gente tirada en la calle es muy duro, te entra soledad, depresión y te sientes rechazado”. Así se expresa J.C.B., de 57 años, un usuario de Arrels Sant Ignasi que ha vivido más de cuatro años en la calle, en diferentes épocas, y que explica a SEGRE su experiencia. Reivindica la necesidad de incrementar las políticas públicas para que haya más recursos destinados a atender a las personas en situación de vulnerabilidad y garantizar el derecho a la vivienda. Originario de un municipio de Alicante, señala que empezó a consumir drogas con 18 años. “Las drogas no respetan de clases sociales, da igual que seas rico o pobre”, asegura. “Es una enfermedad, yo no soy mala persona, pero cuando estás en las adicciones es lo que hay, tenía trabajo, he ganado dinero, pero recaía, es muy duro salir de esto, se necesita mucha ayuda y yo siempre lo he intentado, he luchado para salir y lo sigo haciendo”, remarca. J.B.C explica que a lo largo de su vida ha estado entre cuatro y cinco años viviendo en la calle y que llegó a Lleida para buscar ayuda. También que ha pasado por centros durante más de 14 años. “Estaba quemado, solo y sin hablar con nadie, con paranoias a causa de las drogas”, asegura mientras explica situaciones muy difíciles que ha tenido que afrontar, como la muerte de un amigo por sobredosis. “Yo estaba como él, pero me salvó al caerse encima de mí y darme calor”, señala.

Destaca la soledad que sentía cuando no tenía dónde vivir, incluso robar para costearse la adicción. “Nunca recibí un gesto de empatía, solo desprecio, me sentía rechazado, como si no te vieran, incluso por mi familia”. Ha tenido que dormir al raso a más de 4 grados bajo cero y, denuncia, encontrarse las puertas cerradas de albergues o centros. De la gente, señala que “no hace falta que te den dinero, a veces con un bocadillo o un simple hola ya está. Esto hay que vivirlo para entenderlo, no le echo la culpa a nadie, ha sido mía, pero sufría una enfermedad”. Tiene claro que el proceso es duro, pero posible si se cuenta con ayuda, como la que él está recibiendo por parte de Arrels Sant Ignasi. “Si yo no hubiera parado de drogarme, estaría muerto, y no quiero perder el contacto con la fundación, les estoy muy agradecido”, explica. Entre sus metas, cuenta que se encuentra su recuperación para no recaer en las drogas y establecer relaciones sociales, así como tener su propia casa. “Mi idea es seguir trabajando de mi oficio, que es camionero, y poder comprarme una caravana el día de mañana”, añade.

Unas 230 personas ‘sin techo’ en Lleida el año pasado

Según los cálculos de Arrels Sant Ignasi, unas 230 personas durmieron en la calle el año pasado en Lleida y en lo que va de año ya han atendido a 1.311 personas, de las que cerca de 900 están en situación de sin hogar. Para sensibilizar a la sociedad, hoy a las 12.00 horas harán un acto en la plaza Paeria en la que, junto a Càritas, la Fundació Jericó, la Fundació Entre Tots i per al Bé de Tothom y Sant Joan de Déu Terres de Lleida, denunciarán la vulneración de los derechos más básicos. La directora de Arrels, Rosa Majoral, explica que no han podido hacer nuevas acogidas en el centro de día para personas sin techo al encontrarse saturado. “La media es de 25-30 personas y han pasado más del doble en una tarde”, destaca. Según Majoral, las cifras van aumentando por la crisis de la vivienda. “Se ha convertido en un lujo en lugar de un derecho básico, con unos precios desorbitados y con xenofobia y aporofobia al alza”, denuncia. De hecho, la entidad cuenta con nueve viviendas con 22 plazas. “En principio son para hacer de puente, pero estas personas acaban estando más tiempo porque no tienen salida”, remarca. Por ello, la campaña Sense llar però amb somnis. I vida, drets, emocions i esperança reclama políticas públicas más inclusivas, pero también más recursos de atención y que el sistema sea más ágil. Asimismo, quiere ser un “grito” contra una sociedad cada vez más individualista y carente de empatía.

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