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Kjell Askildsen

No soy así (Cuentos, 1953-1996)

Traducció: Kirsti Baggethun i Asunción Lorenzo

Nordicalibros, 310 p.

Kjell Askildsen poco a poco se hace un sitio entre nosotros. Se suma ahora a su presencia cada vez más sugestiva esta recopilación de sus cuentos, que es otra muestra de su carisma. A pesar de que Askildsen ha sido ampliamente galardonado en el ámbito escandinavo, por nuestras latitudes suena acaso todavía como un secreto a voces. No soy así será todo un manjar para los amantes del relato: viene de esa fuente inagotable que tanto debe a autores como Chéjov o Hemingway: la célebre metáfora de la punta del iceberg.

Pero en el caso de Kjell Askildsen podríamos decir que el juego va un poco más lejos si cabe. Askildsen adquiere unas profundidades tales que allá en lo hondo del océano todo da un vuelco, y percibimos cierta espiritualidad. Y esto es peculiar, en el sentido de que en todos estos cuentos se aprecia también la raíz de un legado nihilista: Knut Hamsun e Ibsen, tal vez.

El caso es que la fusión entre la luminosidad del fondo marino con la negatividad casi teatral en la que caen los personajes hace emerger algo nuevo y distinto. Precisamente estos personajes suelen encontrarse en una “cotidianidad al filo”, pues a partir de situaciones marcadamente domésticas y cercanas, estallan dilemas morales. Y sobre todo, el gran dilema de la propia creación. Los ancianos aislados que solo conviven con su soledad, las jóvenes parejas que no saben qué hacer con su amor cargado de enigmas, los jugadores de ajedrez que casi sueñan con morir sobre el tablero, en realidad se han dado cuenta del absurdo de la vida. Diríase entonces que soterradamente se preguntan por la existencia de Dios. Y ahí surge la aventura creativa en estas páginas. El paisaje, el cromatismo, la vivacidad de estos cuentos en el centro de la existencia, van en contraste con la angustia de sus protagonistas. Así, se podría afirmar que si Dios pudiera parecer una palabra acaso demasiado amplia y misteriosa, lo que importa a nuestro escritor es la palabra en marcha, como labor de confección de un mundo a través del lenguaje afortunado. Él busca la precisión luminosa incluso en los escenarios más oscuros. Se diría pues que el genial noruego trata de buscar y crear el verdadero rostro de Dios, en una comunicación que nos recuerda a las religiones orientales, a su misterio parlante. Indaga pues en Dios como lo haría un pintor o un compositor, a cierta distancia. Y es que los hombres y mujeres de este libro son tan encantadores en su soledad seductora como lóbregos y confusos en sus conciencias. Todos ellos tienen la conciencia débil, una inteligencia vital demasiado aguda, y el mundo les daña y no pueden sino mirar hacia el azul del cielo tratando de hallar otra herida. Para reconocerse hermanos de algo, de alguien.

Cuando acaba un cuento de este autor tan parco y rico a la vez, uno se queda con la sensación de que se nos ha abierto un cajón lleno de herramientas. Es como si la creación en sí, gracias a su mecánica azarosa pero metódica, pudiera salvarnos. Tal vez por ello a Kjell Askildsen lo imaginamos escrutando un cuadro o escuchando atento un concierto iluminado por la posibilidad de que detrás de esa belleza no importe nada más. Eso sí, para él es preciso construir, transmitir fuerza. Leer estos relatos sugiere tanto, y de forma tan sagaz, que un motor libre apunta hacia un optimismo raro y por ello más valioso. 

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