La Segarra: las claves de un incendio de sexta generación
El fuego iniciado Torrefeta i Florejacs, con vientos de 120 km/h y un pirocúmulo de 19.000 metros, es representativo de este tipo de incendios

Una vista de l'incendi de Torrefeta i Florejacs.
El devastador incendio forestal que ha consumido 6.500 hectáreas en La Segarra se ha clasificado oficialmente como un incendio de sexta generación, la categoría más peligrosa y destructiva según los expertos. Las llamas que arrasaron la comarca catalana se propagaron a una velocidad punta de 28 kilómetros por hora, situándose entre las más altas jamás registradas en un incendio en Europa, y generaron condiciones meteorológicas extremas que incluyeron vientos locales de hasta 120 km/h.
La inestabilidad atmosférica y la extraordinaria intensidad de las llamas provocaron que el fuego desarrollara un comportamiento extremadamente violento e imprevisible, obligando en varios momentos a la retirada de los equipos de extinción para garantizar su seguridad. El inspector David Borrell, jefe del Cos de Bombers de la Generalitat, ha explicado que las altas temperaturas de los días previos, combinadas con la influencia de tormentas cercanas, crearon el escenario perfecto para este fenómeno excepcional.
Uno de los aspectos más alarmantes de este incendio ha sido la formación de un pirocúmulo que ascendió hasta los 14.000 metros de altura, una cifra sin precedentes que evidencia la extrema interacción entre la atmósfera y el fuego. Este fenómeno, cuando colapsa, puede provocar la expansión impredecible del incendio en cuestión de minutos, multiplicando la superficie afectada. Afortunadamente, la llegada posterior de una tormenta con precipitación sobre la zona contribuyó decisivamente a la estabilización del incendio.
¿Qué son los incendios de sexta generación?
Los incendios de sexta generación representan la evolución más peligrosa de los incendios forestales en la actualidad. Estos fuegos tienen la capacidad de modificar las condiciones meteorológicas de su entorno, creando su propio sistema climático. Se caracterizan por su comportamiento extremadamente agresivo y velocidades que pueden superar los 6 km/h, entre seis y doce veces más rápido que un incendio convencional.
La evolución histórica de los incendios forestales
Los expertos de la División General de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamentos de Cataluña, Antoni Rifà y Marc Castellnou, establecieron en 2007 una clasificación de los incendios forestales en distintas generaciones según sus características, contexto y métodos de extinción necesarios:
Primera generación (años 50 y 60): Incendios en antiguos campos de cultivo abandonados, de media intensidad. Quemaban un máximo de 5.000 hectáreas y se extinguían mediante métodos tradicionales con agua.
Segunda generación (años 70 y 80): Ocurrían en bosques abandonados, con mayor intensidad y velocidad, afectando entre 5.000 y 10.000 hectáreas. Su velocidad de propagación superaba las líneas de extinción tradicionales, comenzándose a utilizar medios aéreos.
Tercera generación (década de 1990): Incendios de 10.000 a 20.000 hectáreas, provocados por la falta de gestión forestal. Caracterizados por fuegos de copas, columnas convectivas y focos secundarios masivos a largas distancias. Se reintrodujo el uso controlado del fuego y herramientas manuales como mecanismos de extinción.
Cuarta generación (inicios del siglo XXI): Incendios que llegan a zonas urbanizadas por falta de prevención. El objetivo principal pasa de extinguir el fuego a defender vidas y propiedades.
Quinta generación: Grandes incendios forestales simultáneos, rápidos y virulentos que colapsan el sistema de extinción por su magnitud y concurrencia.
Sexta generación (actualidad): Producidos por el cambio climático, liberan tanta energía que modifican la atmósfera, generando tempestades de fuego. Su evolución es impredecible y colapsan completamente los sistemas de extinción.
El cambio climático y el abandono rural: combustible para la catástrofe
El incremento en la frecuencia y severidad de estos incendios está directamente relacionado con dos factores principales: el cambio climático y el abandono rural. Según el informe de la ONU "Extendiéndose como incendio forestal: La amenaza creciente de los incendios", los regímenes del fuego están cambiando globalmente debido al calentamiento global, los cambios en los usos del suelo y las transformaciones poblacionales.
La primavera de 2023 fue, según la AEMET, la más cálida y la segunda más seca desde que existen registros en España. El estudio anual de Berkeley Earth indicó que en 2020 la temperatura media fue 2,1 grados superior a la media histórica calculada desde 1820. Este calentamiento se ha acelerado notablemente: de los diez años más cálidos desde 1961, siete corresponden a la década 2011-2020.
Las proyecciones del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) son aún más alarmantes: para finales de siglo, las temperaturas habrán aumentado entre 3,3 y 5,7 grados de media. Esto significa bosques más secos y, por tanto, más susceptibles de arder ante cualquier ignición, ya sea de origen humano o natural.
A este escenario climático se suma el abandono del mundo rural y la consiguiente reducción del sector primario, especialmente de la agricultura, que históricamente contribuía a mantener un paisaje en mosaico. Cataluña ha experimentado un crecimiento forestal de aproximadamente 8.000 hectáreas anuales de bosques durante las últimas décadas, equivalente a la superficie de la comarca del Barcelonès. Actualmente, el 62% del territorio catalán es superficie forestal, de los cuales 1,3 millones de hectáreas son arboladas.