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Mont-rebei recupera su esplendor y los Rurales intensifican la vigilancia

Navegar y pescar sin permiso u operar drones, entre las principales infracciones

Las patrullas terrestres, acuáticas y de vigilancia aérea se mantienen comunicadas. - M. CODINAS

Las patrullas terrestres, acuáticas y de vigilancia aérea se mantienen comunicadas. - M. CODINAS

Marc Codinas
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Los Rurales han intensificado este verano la vigilancia por tierra, agua y aire en el embalse de Canelles y el entorno de Mont-rebei. Las lluvias de los últimos meses, que han llenado el pantano, han facilitado que las empresas de turismo activo recuperen su actividad, lo que ha aumentado la presión humana en este enclave natural protegido.

El embalse de Canelles, junto con el desfiladero de Mont-rebei, ha renacido esta temporada como uno de los destinos estrella para el turismo de naturaleza en Lleida. Después de casi tres años de inactividad náutica por culpa de la sequía, el paisaje ha cambiado radicalmente y el pantano ha pasado del 22,53% de reservas registrado durante la Semana Santa de 2024 al 82% este 2025. El aumento del turismo ha llevado a Interior a reforzar el dispositivo de vigilancia de los Agentes Rurales en la zona, llegando a triplicar los efectivos en fines de semana y festivos con el objetivo de prevenir y concienciar a los visitantes de que están en un espacio natural con estrictas normativas.

“El aumento de visitantes implica más desafíos para la conservación”, apunta Llorenç Ricou, jefe del Área Regional de Lleida de los Rurales. Además del patrullaje tradicional por tierra y agua, los agentes cuentan también con el apoyo de una unidad aérea con dron, lo que supone más capacidad de reacción ante infracciones o emergencias. Las aguas del Noguera Ribagorçana en el embalse y en el desfiladero dibujan la frontera entre Catalunya y Aragón y los Rurales solo tienen competencias de sanción en la parte catalana (margen izquierda). Aún así, ya han impuesto este año una docena de sanciones. Las conductas infractoras más frecuentes están relacionadas con la navegación de embarcaciones sin la preceptiva autorización de la Confederación Hidrográfica del Ebro. También es multado el uso de drones sin permiso, la pesca fuera del horario establecido y molestias a la fauna. En este sentido, la vigilancia es especialmente intensa en paredes de escalada donde nidifican aves protegidas como el quebrantahuesos o el alimoche. Vigilar la navegación es la prioridad, pero los agentes también controlan las acampadas, las hogueras ilegales, los ruidos excesivos, la presencia de animales sin atar y el respeto a fauna y flora.

Los fines de semana y festivos, el embalse y su entorno pueden acoger 300 kayaks y 2.000 visitantes al día, si bien la presión humana llegó a su pico tras el confinamiento por la pandemia de coronavirus, aunque su acceso estuvo varios meses vetado a raíz de un desprendimiento de rocas. Desde entonces, se han implementado medidas para evitar aglomeraciones y el deterioro del entorno como limitar los aparcamientos de Corçà y la Pertusa. “La masificación comporta salirse de los caminos señalizados, menos respeto por las normas y más molestias a la fauna y daños a la flora”, advierte Ricou.

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