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“De niño vivía en la Catedral de Lleida, y para entrar en mi casa necesitaba cuatro llaves”

El leridano Josep Maria Carles cuenta sus memorias de infancia en ‘Lo fill del sagristà’

L’autor, amb la finestreta circular del seu ‘pis’ a la Catedral al fons.

L’autor, amb la finestreta circular del seu ‘pis’ a la Catedral al fons.

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De niño, a Josep Maria Carles (1955) le daba vergüenza decir que vivía en la Catedral de Lleida. “Todos mis amigos tenían una dirección ‘normal’ y yo, cuando tenía que escribir la mía, tenía que poner ‘viviendas de la catedral’; me daba pánico escribirlo”, recuerda este leridano. 

Sin embargo, más de medio siglo después, Carles ha convertido estos singulares recuerdos de infancia y adolescencia en un libro, Lo fill del sagristà (Pagès Editors), que presentará el próximo sábado (12.00 h) en la librería Abacus de Lleida. 

Su padre, Josep, fue el último sacristán laico que vivió en la Catedral, con su mujer y sus cuatro hijos. De hecho, pocos leridanos –sobre todo, si son jóvenes– conocen esta vivienda para ‘empleados’ que tuvo el edificio religioso hasta 1994, en la planta más alta del lateral de la calle Sant Anastasi. 

“Cuando invitaba a mis amigos a ‘casa’, se quedaban de piedra cuando venían a la Catedral”, explica con una sonrisa este maestro y profesor de instituto, jubilado ahora hace diez años. “Siempre había pensado en escribir estas memorias sobre los años de niño y joven que viví allí, pero el que más me animó fue Josep Varela, que curiosamente vivió su infancia en la Seu Vella, una época que también plasmó en un libro”, comenta el autor de Lo fill del sagristà, una obra plagada de anécdotas y travesuras. 

Entre las primeras, el llavero tan especial que necesitaba al salir de casa. “Mis amigos llevaban encima a lo sumo dos llaves, la del portal y la del piso, pero yo necesitaba cuatro, comenzando por la de la verja metálica de uno de los patios y la de la portalada de madera de la entrada lateral, que no eran pequeñas”. Y entre las travesuras, algo que hay que ver para creer: “Con las bicis hacíamos carreras por la nave central de la Catedral”. 

Él y sus compañeros de clase en la escuela que también albergó el edificio religioso desde los años 50. En el libro, Carles recuerda estas clases en el gran espacio, hoy vacío, situado encima del atrio, la entrada principal. Y también las ‘excursiones’ por todos los rincones de la Catedral, pasadizos, la cripta, incluso la cubierta para cazar palomas o espiar a las niñas del edificio de enfrente, la antigua residencia del Pare Palau en la calle Almodí Vell. 

De todos modos, el libro no solo es un compendio de recuerdos sino que el autor aprovecha para retratar aquella Lleida aún gris de los años 60 y principios de los 70.

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