ENTREVISTA
Ramón Andrés, filósofo, poeta y músico: «Las revelaciones son auditivas. Los dioses no se ven; se oyen»

«Las revelaciones son auditivas. Los dioses no se ven; se oyen» - AMADO FORROLLA
El filósofo Ramón Andrés inauguró el pasado martes la Setmana Morales organizada por el Museu de Lleida y la Fundació Horitzons 2050, una iniciativa que le parece “milagrosa” y “una lección para todo el mundo”. Andrés cree que la polifonía renacentista es una de las cimas de Occidente y dice que en la actualidad “el problema es que no entendemos la muerte y necesitamos una afirmación tremenda en el ahora”. Esto es lo que hace el ego, “que esconde un miedo pavoroso a la desaparición en una época en la que todo es identidad”.
Un amigo común, Ferran Sáez, me pasa esta cita suya: “El oído no sucumbe a las tinieblas como lo hace la vista; tampoco la noche le impide recoger la sonoridad de un mundo que durante el día ha sido conjetura y, llegada la oscuridad, se vuelve revelación”.
Las grandes revelaciones espirituales son auditivas. Los dioses no se ven; se oyen. Todo lo que es anterior al lenguaje se filtra a través del oído. La vista es determinista. En el oído cabe la imaginación. Todo eso lo recoge muy bien Rilke cuando habla del templo en el oído. Yo basé en este verso el título de un libro: El mundo en el oído.
Pues ya me ha dado usted el titular. “Los dioses no se ven; se oyen”.
Pues nada. ¡Ya estamos! [Ríe].
Un aforismo suyo dice: “Sentir que se procede de una resonancia, de una reverberación que todavía, a solas, oímos”.
La conciencia personal de cada uno tiene un sonido. Creo que hay un sonido primordial que después se ordena en el lenguaje, y que es lo que nos capacita para describir el mundo. Para describirnos y para describir al otro.
Otro aforismo suyo afirma: “Cuando más hondo se respira, menores las creencias”.
Como diría Borges, de manera extraña estoy de acuerdo con lo que he escrito. Sí: cuando más hondo respiras, menos necesitado estás de certidumbres.
En su libro sobre Josquin Desprez dice que en 1580 “los saqueos y la quema de imágenes y mobiliario eclesiástico formaban parte de la exasperación que distinguía y distingue a quienes están convencidos de algo” [Ríe al verse sorprendido por la brillantez de las últimas palabras de su cita].
Es que yo creo que estar convencido de algo es muy peligroso. La ausencia de la duda lleva al autoritarismo. Es la muerte de la política en un sentido alto. De manera que también en esto estoy borgianamente de acuerdo con lo que he escrito.
Extrañamente.
Extrañamente [Ríe].
Ha venido hoy a Lleida [el martes] para inaugurar la Setmana Morales. A ver si está de acuerdo con una opinión mía: la polifonía renacentista es una de las cimas de la humanidad a nivel colectivo junto a las catedrales góticas.
No puedo estar más de acuerdo. Ese hacer coincidir sonidos y versos en un único fluir es un logro sin precedentes. Occidente puede jactarse de él, igual que de las catedrales. Morales, en su tiempo, es el gran compositor de Europa. Victoria, que está en Roma y Palestrina tiene celos de él, es un místico que en su cénit, siendo todavía joven, se va al monasterio de las Descalzas Reales y pasa allí el resto de su vida, unos 30 años, en una completa soledad.
Es un poco lo que hace Ramón Andrés cuando se va de Barcelona al Valle del Baztán.
Bueno, mi marcha de Barcelona tiene una causa muy prosaica. Me subieron mucho el alquiler y no podía pagarlo. Fui expulsado de Barcelona. Mi plan era ir a Elizondo más tarde. Ahora vivo en un lugar asequible con vistas maravillosas a las montañas.
Donde ha escrito una poesía telúrica.
Es que aquello es muy físico. Ves las manos de la gente y te das cuenta de que ahí detrás hay un mundo grande.
Un día me comentó que en mucha poesía contemporánea hay demasiada presencia del yo.
Estamos en una época de victoria absoluta de la autorreferencialidad. El problema capital es que no entendemos la muerte, y por eso necesitamos una afirmación tremenda en el ahora. Esto es lo que hace el ego, que esconde un miedo pavoroso a la desaparición en una época en la que todo es identidad. Lévinas tuvo que recordarnos la existencia del otro y de lo otro. De lo que no es como tú.
La polifonía, en Bach, contrarresta la melodía, que es el tiempo.
Nunca pierde espacialidad. Esto lo hace grande. Juega con dos dimensiones: espacio y tiempo.
De hecho las Variacions Goldberg no son sobre la melodía, sino sobre la armonía.
La melodía, en Bach, nunca es el argumento.
En su libro sobre Mozart admira la capacidad semántica del músico, algo que no tiene Haydn, que sin embargo es más audaz.
Haydn es más audaz, sí, pero en Mozart ya hay gesto. Tiende hacia la ópera. Sus movimientos lentos de las sonatas son arias. En Mozart hay más melancolía y en Bach, más nostalgia.
Recuerdo que cuando presentó usted el libro de Gardiner sobre Bach en la Pedrera, el director británico dijo que lo que tendrían que hacer los políticos, en lugar de decir y hacer tantas tonterías, es escuchar una cantata de Bach cada día.
¡Hombre! ¡No estaría mal! Yo no pido tanto. Bastaría con que estuvieran callados media horita cada día y escucharan.
Pues me parece que...
A mí también.