AGRICULTURA
Solo una de cada tres explotaciones agrarias, gestionada por mujeres
En la provincia de Lleida, de las 17.800 encabezadas por personas físicas. Ellas representan una de cada 4 autónomas del campo afiliadas a la Seguridad Social

Carla Gil, en una imagen en su explotación de Montgai, donde ha apostado por el olivo. - JARC
Solo una de cada tres explotaciones agrarias leridanas que tienen una persona física al frente están gestionadas por mujeres, un dato que demuestra lo lejos que está el campo de acabar con la brecha en la actividad primaria, y el marcado perfil masculino del sector. Las últimas cifras oficiales publicada por la conselleria de Agricultura sitúan en 21.238 las explotaciones agrarias que existen en las comarcas de Lleida. De ellas, 3.384 están gestionadas por personas juríricas, mientras que 17.854 tienen al frente a una persona física. Prácticamente el 71% de estas últimas cuentan con un hombre como su máximo responsable, con 12.627 casos, mientras que apenas 5.227, lo que representa el 29,3 por ciento, tiene como referente a una payesa.
Por territorios, las comarcas con mayor presencia de mujeres, por encima del promedio de la demarcación, son el Pallars Jussà (217 mujeres por 423 hombres), la Noguera (940 y 2.034), el Pla d’Urgell (676 y 1.438) y la Segarra (534 y 1.196). Por el contrario, donde el peso femenino es más bajo son la Val d’Aran (23 mujeres por 86 hombres) y el Alt Urgell (85 payesas por 262 agricultores o ganaderos).
En cuanto a la afiliación a la Seguridad Social, las leridanas que cotizan en el régimen especial de autónomos agrarios apenas representan 926, mientras que ellos suman 3.085. Es decir, ellas representan el 23% del total.
Estos datos ponen de manifiesto lo lejos que están las mujeres de tener un papel equilibrado en el sector. En este contexto, el Consell Nacional de les Dones, órgano colegiado de participación y consulta del Institut Català de les Dones, anunció en junio la creación de un nuevo grupo de trabajo dedicado a las mujeres rurales. Se trata de dar visibilidad a los problemas específicos de las mujeres que viven y trabajan en el ámbito rural. Se busca contribuir a garantizar que las políticas de igualdad “sean realmente inclusivas y sensibles a la diversidad territorial”, ya que fortalecer sus derechos puede tener un impacto en la fijación de población y en el desarrollo sostenible del territorio, defienden.
Los datos sobre el papel de la mujer en las explotaciones agrarias ponen de manifiesto la desigualdad en el sector, que se suma a otros problemas, en especial el de la edad de los activos del campo y la falta de relevo generacional en agricultura y ganadería. Como publicó SEGRE, el número de jóvenes agricultores en España (hasta 40 años) que reciben ayudas directas de la Política Agrícola Común (PAC) se ha estancado desde 2020, representando esta franja de edad el 8,87% del total de perceptores en 2024 frente al 8,79% en 2020, según un informe del Fega.
“Amo el campo, no volvería atrás ni de broma”
Carla Gil es un ejemplo de joven payesa, con apenas 27 años, orgullosa de serlo. Se dedicaba al diseño en Barcelona, pero tuvo claro que su futuro pasaba por volver a casa, a Montgai, y por defender el producto de calidad propio, un aceite de finca, como explica, que es el orgullo que comparte con su padre, Jordi. Admite que “llevar una explotación agraria es una responsabilidad muy grande, te juegas el dinero, el patromonio familiar y todo en un sector muy difícil como el oleícola, donde los precios fluctúan muchísimo y es difícil jugar a pequeña escala, con 18 hectáreas de olivos. Pero tengo claro que este es mi sitio y no volvería atrás ni loca”.
Con apenas unas pocas palabras resume así lo que es ser agricultor, que apuesta por "la producción a pequeña escala y plantando cara a las grandes explotaciones cultivadas en sistemas intensivos y superintensivos". Su producto se comercializa bajo la marca Anècdota, un aceite que vende “de tú a tú en pequeñas tiendas”, lo que convierte a Carla Gil en una payesa ambivalente, porque combina su actividad en el campo con la comercial. Todo con un objetivo tan romántico como realista, porque su vuelta a los orígenes desde Barcelona se debió a la necesidad que como hija de tierra agraria se dio cuenta que en las grandes urbes no se llega a tener en consideración el valor del papel de los payeses.