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'Los nazis presionaron a Franco para vigilar el Pirineo'

A mediados de los años noventa, el historiador de la Pobla de Segur Josep Calvet pidió permiso para consultar los archivos de Sort. Buscaba información sobre los maquis, era el tema de su tesis doctoral. Lo que no se esperaba era encontrar, en los registros de los años cuarenta, el paso por la prisión y los hostales de la capital pallaresa de centenares de personas extranjeras: desde familias con apellidos judíos hasta hombres solteros con nombres inequívocamente ingleses o franceses. Entonces reorientó radicalmente su objetivo, quería saber quiénes era toda aquella gente que en plena posguerra civil pasaban por los Pirineos.

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Desde el pasado 7 de septiembre y hasta el próximo 26 de octubre se podrá ver en la Sala Gótica del Institut de Estudis Ilerdencs la exposición “Huyendo del Holocausto. Catalunya y los refugiados judíos de la Segunda Guerra Mundial”, en la cual el historiador Josep Calvet recoge diez casos “de gente judía que sufrieron suertes diferentes en su intento de huida de los nazis por los Pirineos catalanes: desde los que lo consiguieron y prosperaron en Latinoamérica hasta los que acabaron muriendo en Auschwitz porque no pudieron pasar la frontera”. Calvet, que habla con una mezcla de timidez y convicción, hace más de veinte años que estudia el tema y está considerado uno de los principales expertos en los Pirineos como paso de exilio. No en vano, su tesis, probablemente la primera que se hizo a nuestro país sobre esta cuestión, se tituló Las montañas de la libertad. Descubrió que “una vez aquí se había acabado la Guerra Civil el paso de gente que huía cambió la dirección era de norte a sur y lo protagonizaban perfiles muy diferentes”.

¿Cuál es la primera reacción cuando, buscando maquis en los archivos de Sort, encuentra el rastro del paso de miles de extranjeros durante la Segunda Guerra Mundial por el Pallars?

El ayuntamiento me propuso hacer un trabajo de investigación entre las personas mayores del pueblo, pero prácticamente no encontramos a nadie que recordara nada. Sólo la gente del hostal Pessets se avino a hablar, la abuela del actual propietario me explicó que su padre atendía a esta gente y que cada cierto tiempo bajaba a Barcelona a cobrar las facturas a los consulados correspondientes. El resto, curiosamente, no recuerdan nada.

¿Todavía hay miedo?

No lo sé, pero la verdad es que había gente que más bien parecía que no quería recordar.

¿Cómo?

Personas vinculadas a los poderes fácticos locales de la época o el mismo médico, el cual está documentado que había atendido gente por fracturas o congelaciones y ante esta evidencia seguía negando los hechos. O de otros que según los registros de la Guardia Civil habían cenado con un grupo de militares alemanes y seguía diciendo que no se recordaba.

Estamos hablando de una época muy convulsa, España inmersa en una cruda posguerra y Europa convertida en un campo de batalla.

La política de la dictadura española fue variable y, a veces, contradictoria desde el 39 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Con los aviadores norteamericanos, por ejemplo, nunca tuvo ningún problema, los dejaron pasar todos para volver a su país o a Inglaterra. Estaban en los hostales y tenían un trato preferente. Se alojaban unos días en el Pessets de Sort o en el Palace de Lleida y, después, el consulado pagaba las facturas sin problemas con las autoridades.

Formaba parte de su supuesta neutralidad en el conflicto, pero con los judíos no siempre hizo la vista grande.

Con los judíos era diferente, aunque su posición varía según el momento. Hubo una primera etapa entre el 39 y el 40 durante la cual se les dejaba pasar porque los consulados españoles, sobre todo en Francia, les habían expedido un visado para cruzar España para huir, sobre todo, en Latinoamérica o en los Estados Unidos. Con los papeles en regla pasaban sin problema hacia ciudades portuarias por coger barcos.

Pasaban por la frontera con normalidad.

Sí, sólo tenían que tener visados de entrada y salida. A partir de 1940, sin embargo, los alemanes presionaron a Franco porque consideraban que España era un coladero, que a través de los Pirineos huían demasiado judíos. Gracias al entonces ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer, cuñado del mismo Caudillo y muy próximo a los nazis, consiguieron que el régimen dejara de emitir visados y les cerrara la frontera.

¿Es entonces cuando la gente empieza a pasar por las montañas?

Se empiezan a organizar las primeras redes. Franco incluso llega a un acuerdo con la Francia de Vichy para reanimar a los judíos que atraparan, aunque llevaran un visado. La política esta, sin embargo, no se ejecutó de una manera estricta y dependía mucho del día, del lugar y del guardia civil de que los atrapara.

Se ha centrado, sobre todo, en las montañas como paso. ¿De todos los Pirineos, entre Irún y Portbou, el catalán se convierte en el más activo?

Sí, sobre todo por la importancia que tienen las ciudades de Tolosa de Languedoc y Perpiñán en la organización de la comunidad española en el exilio o la resistencia francesa. Son ciudades mayores y se convierten en puntos de reunión desde los cuales organizar los grupos para pasar en España.

En un momento determinado los nazis llegan hasta la frontera, pero también van perdiendo comba a nivel global, ¿qué pasa entonces?

Se da una situación paradójica. Serrano Suñer es sustituido y Franco empieza a mejorar las relaciones con los aliados y vuelve a una política más permisiva con el paso de judíos. Pero en el bando francés la vigilancia se intensificó porque los alemanes decidieron controlar ellos directamente los cuellos de montaña. Hasta entonces los gendarmes franceses se privaban a los pasos aduaneros, pero raramente se subían por las montañas. España mira a otro lado, pero los alemanes patrullan los pasos de montaña con perros que siguen los rastros, esquiadores, líneas telefónicas para hablar con los mandos del valle..., en cuanto se tienen que organizar redes más complejas de pasadores para evitar estos controles. Cruzar el Pirineo se complica y aumentan los accidentes, las congelaciones y los muertos. Pasaban por sitios que ahora nos parecerían imposibles y en unas condiciones muy precarias.

“Desgraciadamente, no me han dejado investigar ni en el archivo del ejército ni al del obispado de Urgell”

¿Es en este momento que aparece la leyenda de gente que se enriquece traicionando personas desesperadas?

Cuando la situación en el lado francés se complica, el paso se convierte en un negocio que atrae todo tipo de personas y aparecen nuevas redes al margen de las creadas inicialmente por los servicios secretos británicos o norteamericanos, entre otros. Algunas están formadas por gente comprometida políticamente contra el franquismo, pero después se suman gente del contrabando o de mala vida y se atomiza hasta el punto que muchas no son de fiar o directamente se organizan para robar a los fugitivos. Hay casos documentados de pasadores que robaban porque las víctimas lo denunciaron, lo que no hay constancia documental es de muertes.

¿Andorra sería el epicentro de esta rumorología macabra?

A lo largo de todos los Pirineos hay estos rumores y es cierto que Andorra es la zona en la cual se focalizan más leyendas de esta naturaleza. El año 76 la revista Reportero hizo un artículo esperpéntico en el cual hablaba de la muerte de judíos que huían en manos de andorranos y eso ayudó a extender estas historias. Pero hoy por hoy no hay testimonios ni documentos para contrastar nada porque todavía faltan archivos para consultar. Desgraciadamente, no me han dejado investigar ni en el archivo del ejército ni al del obispado de Urgell, en la Seu.

¿Y cree que encontraría nada?

Probablemente no, pero el hecho de que no permitan acceder alimenta la leyenda porque no sabemos a ciencia cierta qué hay.

¿En el lado francés de los Pirineos se ha trabajado la memoria histórica de una manera más franca?

Los franceses han reivindicado la memoria y los israelíes han condecorado a más de cinco mil personas con el título de justo entre las naciones entre los que hicieron ayudar a los judíos. En este lado de la frontera no hay nada porque todo el mundo ha callado y nadie ha reivindicado su papel en esta historia. Las condecoraciones son una anécdota, pero es sintomática de una realidad que todavía perdura. Hay mucha gente de montaña que estaba implicada, que colaboró con los servicios secretos, que jugó un papel clave y no dijo nunca más nada. En Catalunya se ha perdido la memoria por el miedo.

La comunidad judía es a quien más ha trabajado para recordar este episodio de la historia, pero usted tiene documentado el paso de gente muy diferente, desde soldados hasta diplomáticos.

Aparte de pilotos aliados, que huían a través de las redes organizadas sus países y nunca pasaban por las prisiones sino que se alojaban en hoteles y pensiones, también pasaban muchos jóvenes franceses en edad militar que respondían al llamamiento de De Gaulle desde Argelia para liberar Francia. Su objetivo era llegar a Málaga para cruzar hacia el África en barco. Si se quedaban en su país eran enviados a Alemania para trabajar en la industria militar, así que muchos preferían cruzar la frontera. Si Franco los interceptaba los consideraba prisioneros de guerra y pasaban a disposición del ejército. Entonces los trasladan al campo de concentración de Miranda de Ebro. Algunos se privaban unos meses y otros se pasaron años. No había una política muy estricta y también se tiene que decir que los barcos que cogían estos chicos para ir a Argelia volvían a España cargados con café, cereales y materias primas en general. Eso más bien servía para hacer la vista gorda. A pesar de todo, el hecho de que Franco tendiera a llevar a estos jóvenes a los campos de concentración generó un conflicto diplomático con los aliados. Otro colectivo, aunque muy minoritario, son políticos belgas, holandeses o polacos que huyen con la idea de pasar en Inglaterra.

La guerra la ganan los aliados y los rusos. ¿En qué momento se invierten las tornas?

A partir de agosto del 44 los franceses vuelven a controlar la frontera y son los nazis los que empiezan a pasar por los mismos caminos que ellos habían controlado para pedir asilo en España o huir en Sudamérica. Los mandos acostumbraban a ser bien tratados, pero a los soldados rasos les pasa lo mismo que a los franceses: los llevan a Miranda de Ebro porque son militares.

¿Y todavía quedaban franceses?

Sí, y tienen que dividir el campo en dos mitades para que no se peleen. Los alemanes finalmente son repatriados al acabar la guerra.

De hecho, en pocos años empieza la aventura de los maquis en aquellos mismos paisajes.

Las montañas se convierten en el único personaje con un papel importante en todas las historias.

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