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ENTREVISTA

Jordi Amorós 'Ja'

Jordi Amorós, alias ‘Ja’, hace 50 años que se dedica al cine de animación. Cuando le recordamos el medio siglo, se pone las manos a la cabeza. Parece sorprendido. Como aquel que, sin darse cuenta de ello, se ha saltado la hora de comer tan concentrado como estaba en una actividad que lo apasiona. Este barcelonés recibirá el próximo fin de semana el Premio a la Trayectoria en la Mostra Internacional de Cine d'Animació, Animac, que se celebra en Lleida del 2 al 5 de marzo.

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Felicidades por el premio a la Trajectòria. ¿Qué supone para usted?

Reaccioné muy mal [ríe]. Yo relaciono este tipo de premio a cuando alguien está acabado o a punto de morir y yo tengo muchísimas cosas que hacer, todavía, y muchas ganas y energía para hacerlas. Igualmente, hay que agradecer a la organización que haya pensado en mí y que siga apostando por un festival de animación. Animac es una perla de las que no quedan en todo el estado.

¿Qué proyectos tiene que hacer antes de que le den otro premio a la trayectoria?

Ahora mismo estoy haciendo la segunda parte de la película Historias de amor y masacre. Es un proyecto personal que me hace muchísima ilusión. Sé que es complicado, porque casi nadie apuesta por el cine de animación, y todavía menos por películas que no son comerciales, como esta, en la cual participan, por cierto, dibujantes como Forges. También tengo dos proyectos más en danza que haré como productor y una start-up de previos, que es como se dice del momento de la previsualización. Eso lo tendré que hacer a Estados Unidos; me gustaría haberlo hecho aquí, pero no habría mercado. Otra cosa que me encantaría hacer es recuperar la publicación Papus, pero en digital. Tengo muchas cosas más que hacer; de hecho, he descubierto o me he dado cuenta de que el mundo al que me dedico, el de realizador de proyectos de animación, es mi hobby y también mi trabajo. Me hace feliz, así que siempre tendré cosas por hacer.

La película que inaugura la Mostra Internacional de Cine d'Animació de Catalunya en Lleida es la primera parte de la que está preparando ahora, Historias de amor y masacre (1979), que fue el primer film de animación para adultos realizado en España. ¿Cómo se involucró en este hito?

Me lo propuso la directora y ahora presidenta de la Academia de Cine Catalán, Isona Passola, y me gustó. Aprendí mucho sobre técnicas que no había utilizado nunca, fue toda una experiencia.

¿Por qué han tenido que pasar 37 años para hacer otra?

En primer lugar, mi estilo no es nada comercial. Y en eso hay que sumar el estado precario en que se encuentra el mundo del cine. El otro día leía un titular, a raíz de los Goya, que aseguraba que el 94% de la gente que trabaja en el sector no llega a los 1.000 euros al mes. Eso es escandaloso.

¿Qué cree que habría que hacer para salvar el cine?

Apostar por una industria de cine real en el país. Hasta ahora, la mayoría de las películas que se hacen es a través de subvenciones. Eso significa que se hacen películas comerciales para el público español simplemente para cubrir la cuota de producciones cinematográficas del Gobierno. Pero lo que haría falta es salir reforzado de esta crisis y que por fin se creara una industria cinematográfica real en España, con películas creativas, innovadoras... como tienen en Francia, por ejemplo. Otra cosa importante sería concebir las películas que se hacen aquí no sólo para el público español, sino, como mínimo, pensando en clave de público europeo. No podemos estar haciendo cine tan cerrado de miras.

¿Cómo sobrevivís los que apostáis por proyectos más independientes y artísticos?

Como podemos, como tantos otros. En mi caso, la película en la que trabajo ahora, como no es rentable, soy consciente de que me costará encontrar inversores, de manera que lo que haré, seguramente, es una campaña de crowdfunding. Es importante que haya un cambio de mentalidad. El cine es cultura y, como tal, haría falta que esta industria cultural no dependiera de una subvención, sino que hubiera productores, mecenas, inversores... Esta inexistencia de industria del cine provoca que se marchen los talentos. Hoy día, el talento está haciendo series, emigra a los Estados Unidos. Mira, hace unos años fui a trabajar a un estudio de Santiago de Compostela donde estuve formando a jóvenes que empezaban un proyecto de animación 3D. Eran muy buenos. Bien, pues todos se tuvieron que marchar fuera de España para poder trabajar. Eso es contraproducente tanto para el país como para la cultura. Hoy día el talento del cine está haciendo series.

¿Por el boom de las series y canales como Netflix?

Diría que es al revés. Hay esta fiebre por las series porque los que las hacen son los grandes talentos del cine, ya que no encuentran trabajo haciendo films. Además, las series dan más posibilidades que las películas. En los films, tienes que dibujar o describir a los personajes en los diez primeros minutos; en cambio, en las series, el personaje puede crecer en cada capítulo, puede ser más complejo y atractivo. Es por todo eso, básicamente, que la gente prefiere las series hoy día.

¿Cómo ha cambiado la animación en los 50 años que hace que se dedica?

En primer lugar, deja que te diga que yo no soy animador. Me defino como realizador. Un animador es como un actor que hace mover a los personajes, y hay que saber dibujar. Yo no sé. Yo soy más coordinador, productor o realizador.

Dice que no sabe dibujar... pero hace dibujos. Ha publicado en el Papus (de El Jueves) y ahora está en Mongolia.

Bien, soy humorista gráfico.

¿Siguiendo con la evolución del sector, qué destacaría?

Hay aspectos que no han cambiado mucho, como toda la parte en la que interviene la artesanía, como sería el stop motion y la clay animation. La evolución tecnológica ha afectado a todo el resto. Ahora uno puede aprender a animar en dos años, antes era casi obligatorio pasárse seis años.

La semana que viene será en Lleida. ¿Ha venido antes?

¡Y tanto! Me encantan los caracoles. Hubo una época de mi vida que tenía muchísima relación con Lleida, por motivos que no vienen al caso, y le tengo cariño a la ciudad.

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