Decenas de miles de leridanas fueron ‘enderezadas’ por el Servicio Social
El Arxiu Històric conserva más de 34.000 fichas. Imprescindible para obtener títulos, el pasaporte y el carnet de conducir

La directora del Arxiu Històric, Glòria Vilella, muestra el fondo sobre la Sección Femenina en Lleida. - JORDI ECHEVARRIA
En 1937, la dictadura franquista creó el Servicio Social de la Sección Femenina, cuyo objetivo era “conducir y enderezar a las mujeres, firmes y hermanadas, dentro del sendero que la Falange ha diseñado tras la conquista de una España mejor”. Era un “deber” para todas las mujeres solteras de entre 17 y 35 años si se quería trabajar en los servicios públicos, obtener una calificación profesional, un título académico, pertenecer a alguna asociación e incluso tener el pasaporte o el carnet de conducir. Como un servicio homólogo a la “mili” de los hombres, este duraba hasta seis meses y comprendía una formación siempre encaminada a lograr a la “mujer ideal como madre y esposa”. Solo quedaban exentas las casadas o viudas con algún hijo, las que tuvieran algún defecto físico o enfermedad permanente y las que pudieran demostrar que su trabajo era el sustento de la familia.
En el Arxiu Històric de Lleida tienen en su fondo más de 34.000 fichas de leridanas que ‘pasaron’ por el Servicio Social. Además, cuentan con unos 4.000 expedientes. “Las mujeres que tuvieron que hacer estos cursos fueron muchas más, porque el fondo que tenemos está incompleto”, destaca la directora del Arxiu, Glòria Vilella. En estos expedientes aparecen la fotografía, los datos personales y los servicios prestados, incluso algún documento personal. El Servicio Social no se suprimió hasta mayo de 1978 y en la actualidad se puede computar para la jubilación anticipada y parcial en algunos casos, por lo que el ente expide un certificado. Si alguna mujer está interesada en obtener este documento, no es necesario acudir al Arxiu, ya que pueden enviar un correo electrónico a ahll.cultura@gencat.cat y tramitarse de forma online. Vilella recuerda que el Servicio Social fue uno de los mecanismos de la Sección Femenina para “moldear” a la mujer de la España de Franco, con una visión falangista de esta como un ser inferior, protegido y recluido en el centro de una familia liderada por un patriarca. El organismo liderado por Pilar Primo de Rivera fue el encargado de “mentalizar” a las mujeres de que su papel en la sociedad era de “abnegación y sacrificio”.
En el Arxiu Històric de Lleida también se conserva documentación de otra institución franquista: el Patronato de Protección a la Mujer, constituida en 1941 y que funcionó hasta 1985. Según su decreto de creación, su finalidad era “la dignificación moral de la mujer, especialmente de las jóvenes, para impedir su explotación, apartarlas del vicio y educarlas de acuerdo con la moral católica”. Ejercía también funciones de tutela de vigilancia, recogida, tratamiento e internamiento de aquellas mujeres mayores de 16 años y menores de 25 que le fueran confiadas por tribunales, autoridades y particulares. Reformatorios franquistas en los que las mujeres eran obligadas a trabajar y sometidas a vejaciones y malos tratos.
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Rosa Escarp estaba a punto de cumplir los 17 años cuando hizo el Servicio Social en julio de 1976. “Me interesé porque quería sacarme el carnet de conducir y tener este certificado era obligatorio, también lo necesitaba si quería ir a Andorra, por ejemplo”, explica a SEGRE. Estuvo un mes trabajando cuidando a niños en una guardería de Els Mangraners. “Solo estaba la directora y el resto éramos chicas que como yo estaban haciendo el Servicio Social”, añade. Mano de obra gratuita a la vez que se adoctrinaba a las solteras de cómo ser la mujer “ideal”. Para “acortar” el tiempo de servicio, les propusieron llevar una canastilla de bebé. “Así no tuve que hacer los 6 meses que eran obligatorios para tener el certificado”, asegura.
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De la documentación en el Arxiu se desprende que en Lleida había cinco centros donde se internó a mujeres “tuteladas” por el Patronato de Protección a la Mujer: Casa Misericòrdia, convento de las Josefinas, Maternitat, Cor de Maria y Llar Mare Esperança. Muchas veces eran el paso previo a su traslado a otros centros, incluso reformatorios, como los conventos de las Oblates de Tortosa, Tarragona y Barcelona; institutos de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad de Bilbao, Barcelona, Burgos y Girona; reformatorio de Santa Maria del Puig de Valencia; reformatorio de las religiosas de El Bon Pastor de Barcelona, o la prisión de Mujeres de Girona, entre otros. Una de las jóvenes internadas en las Josefinas, en la calle Acadèmia de Lleida, protagonizó el libro Las desterradas hijas de Eva, de Consuelo García del Cid Guerra.