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Mercedes Milá, en el concierto.

Mercedes Milá, en el concierto.SEGRE

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Reconozco que, por momentos, en casa nos alarmamos asistiendo a los despropósitos protagonizados por Mercedes Milá a lo largo de su presentación en el concierto Mujeres cantan a Rocío Jurado. Revivimos aquella otra angustia (y Dios quiera que estemos equivocados) que nos provocó el gran Alfredo Landa en los Goya cuando subió al escenario a recoger su cabezón de honor. Dudas, lapsus, no saber qué decir y tener que recurrir a leer el guión, escrito en papel, confirmaron que esa no era su noche.

Y menos mal que Isabel Jiménez, su compañera, le cubrió las espaldas. Pero aún hubo más. Declaraciones como que “me gustaban los chistes de mariquitas, y en Andalucía más” (¿en el Día Internacional de la Mujer?), preguntarle a una de las cantantes de qué color llevaba las bragas y haciéndoselas enseñar, palparle los pechos a otra para calcular su talla de sujetador o jugar con un Satisfyer cuestionándose si las mujeres del público lo hacían servir.

Nada de esto es de recibo. Si en vez de ella, lo mismo lo hace un presentador masculino, no hubiese acabado el concierto.

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