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Salud por gustos

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“Los números de cola permanecen activos durante 15 minutos. Actualmente tiene usted 27.414 personas que le preceden. Tiempo de espera aproximado 18 minutos.

Puede usted cerrar la aplicación y le conservamos el número.” Me permitirán que no lo haya transcrito literalmente esta vez, pero si estos últimos días se han visto obligados a sacarse el pasaporte Covid seguramente entenderán de qué les hablo. Ante el anuncio de la Generalitat de requerir este documento para entrar a los locales de restauración, residencias y gimnasios, la (presumible) avalancha de solicitudes ha colapsado la web de Salud, quedando completamente inutilizada, por lo que la consejería ha tenido que rectificar y posponer esta nueva obligación. Lo lamentable no es la improvisación con la que opera nuestro ejecutivo autonómico, acostumbrado a decir una cosa y la contraria con un margen de ocho segundos.

Bromas aparte, lo alarmante es la creencia de que los contagios van por gustos. Por sectores, más bien. Porque, por lo visto, las posibilidades de contagio en un gimnasio o restaurante deben ser más elevadas que el usar el transporte público, ir a un cine o al comprarse un pantalón.

Quienes conocen bien esta situación son los empresarios del ocio nocturno, que ya llevan un mes con esta medida. A lo mejor porque hace un mes, en lugar de ir por gustos, los contagios iban por horas. O por copas.

A estas alturas no hace falta inventar la penicilina, tampoco. Llevamos año y medio de pandemia. Sabemos cómo prevenir contagios.

Sabemos, incluso, cómo no se tienen que adoptar las medidas sanitarias, porque los tribunales se ven obligados a leer la cartilla a gobiernos acostumbrados a maltratar nuestro ordenamiento jurídico. Así, solamente hace falta mirar a Francia para ver cómo, desde este verano, el certificado Covid fue aprobado para todo el país, y desde entonces se exige para acceder a todo tipo de establecimientos: bares y restaurantes (incluso en la terraza), centros comerciales, teatros y cines, residencias de ancianos, transporte público, aviones, hospitales.. Todos, sin excepción.

Y tiene lógica, ¿verdad? Si asumimos que una persona puede contagiarse en un sitio cerrado, ¿por qué discriminar? Hay, incluso, otra reflexión que quiero compartir con ustedes. Si el pasaporte Covid no se aplica de forma generalizada, sino a unos comercios concretos, la responsabilidad del control sanitario se traslada a los dueños de los negocios afectados. Al único trabajador de un bar.

Al dueño de un gimnasio. ¿Qué tenía que pasarle por la cabeza al jefe de sala de cualquier restaurante el sábado por la noche al ver que sus clientes no podían descargarse el certificado y se agolpaban en la puerta? ¿Qué decisión podía tomar? ¿Realmente hay que cargarles con esa presión añadida?Porque es cierto que el coronavirus nos genera situaciones imprevistas. Es cierto que no se puede jugar con la salud.

Pero de ningún modo crear obligaciones que discriminan en función de las preferencias del ocio es admisible, y añade una presión adicional a unas personas que ya lo están pasando muy mal. Aunque los iluminados de la Generalitat no lo sepan, las personas que trabajan en el sector privado también sufren la pandemia. Y, trabajen por cuenta propia o ajena, tienen que sacar el negocio adelante, porque de lo contrario no cobran.

Y esa presión se traslada además en sentido contrario. ¿Qué pasa si es el cliente el que exige a todo el que le atiende que le enseñe el certificado Covid? ¿Qué pasa con la Ley de Protección de Datos? ¿Tienen ambos, usuario y prestador del servicio, las suficientes garantías jurídicas? Lo cierto es que obligar a estos últimos a controlar un pasaporte Covid que no puede descargarse de la web de Salud ha sido una broma macabra. Una de muy mal gusto.

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