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FEDERICO BORGES *

Diádocos S.L. (1)

(*)CLO de TalensIA — Talento, Ciencia e Innovación Profesor asociado de la UdL | Array

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Como dijimos en una columna anterior, las lecturas sobre temas ajenos a la propia dedicación pueden ser una forma de impulsar la creatividad y el aprendizaje personal.

En mi caso, debido a que había leído sobre las conquistas de Alejandro Magno (323 a.C.) pero no tanto sobre sus sucesores (los diádocos), me he dado cuenta de que aunque sus luchas y alianzas fueron incesantes y a veces caóticas, también pueden mostrarnos la importancia del liderazgo personal y del liderazgo en las organizaciones, así como conceptos importantes de evolución empresarial.

En su lecho de muerte Alejandro Magno no designó a un sucesor, sólo dijo que dejaba su imperio “al más indicado”. Esta falta de definición, junto con la inexistencia de un líder con su carisma, abrió la puerta a rebeliones y guerras entre sus comandantes, que se repartieron los territorios conquistados. Sabemos que las organizaciones deben tener un plan de sucesión o de transición establecido, y esto es aún más importante si el liderazgo lo ha ejercido una personalidad arrolladora, que al desaparecer deja un vacío que será muy complicado ocupar. Un liderazgo definido puede aportar la estabilidad que una empresa necesita, y evitar luchas internas y fragmentación de activos.

Al no existir una sucesión clara, o al menos una sucesión que concitara el acuerdo de los diádocos, entre éstos se dieron alianzas cambiantes, en las que el aliado de hoy era el enemigo al día siguiente. En las organizaciones las alianzas con un objetivo inmediato no suelen dar tan buen resultado como las alianzas estratégicas a largo plazo, con objetivos compartidos bajo una confianza duradera.

Podemos decir que la gestión de los ingentes activos de lo que había sido el imperio persa no estaba centralizada, resultado de carecer de una visión común: algunos diádocos querían que los territorios que había conquistado Alejandro Magno tuvieran un mando único, mientras otros querían su división en reinos independientes bajo mando separado. La ausencia de visión común llevó a una competencia destructiva, en la que todos los implicados dilapidaron enormes recursos personales y materiales con resultados temporales e inciertos, y sólo unos pocos llegaron a consolidar su posición. Los diádocos tenían objetivos diferentes o contradictorios, lo cual llevó a rumbos enfrentados. En una organización los objetivos no compartidos o no compatibles llevan a perder el rumbo, a una asignación de recursos incorrecta y a la confusión de la plantilla. De forma parecida a la competencia empresarial en un entorno competitivo y muy fragmentado, después de las guerras de 322 a 301 a.C. tres diádocos dominaron los territorios en disputa y lograron dejar un legado: Ptolomeo Sóter (el Salvador), Seleuco Nicátor (el Vencedor) y Antígono Monóftalmos (el Tuerto). En la próxima columna revisaremos el devenir de sus roles y sus acciones, que ilustran estilos de liderazgo y de desarrollo empresarial desde una óptica distinta.

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