Un psicópata entre tiburones
Últimamente Australia exporta buenos ejemplos de cine que hace las delicias del fiel seguidor de historias truculentas y lacerantes. Un buen ejemplo de ello es, sin duda, una de las películas del año, Devuélvemela, de los hermanos Danny y Michael Philippou, tremenda se mire por donde se mire. Y justo ahora que se celebran los 50 años de todo un clásico que inició un pavor terrible hacia los escualos, Tiburón, de Steven Spielberg, con esa amenazante música que ya nunca nos abandonó compuesta por John Williams, se estrena Dangerous Animals, del australiano Sean Byrne. Y aprovechando que es verano, tiempo de agua salada y sol, amén del pavor que causan esas criaturas de dientes afilados como son los tiburones –flaco favor les hizo Spielberg–, pues le da una vuelta de tuerca a lo que es ya casi un género en sí mismo, ya que cinematográficamente los hemos visto de mil maneras posibles, almorzando, comiendo o cenando bañistas, aventureros y todo lo que patee en el agua. Es lo que se viene a definir como Sharksploitation, pero Byrne incluye en el menú a un asesino en serie apasionado por estas criaturas, que no dudará en ofrecerles raciones humanas dentro de unos shows particulares que se monta con sus víctimas este desquiciado mental.
En realidad, este perturbado personaje es el verdaderamente malo de la película, que de un modo u otro lleva a su barco a personas para que, con ideas atroces, siga su particular idilio con esos depredadores marinos. Lo que sucede es que tan detestable elemento se equivoca bastante secuestrando a una surfista con muchas aristas en su carácter que le va a poner las cosas muy difíciles.
Inteligentemente, para que todo no sea un festín marino, el director nos intercala momentos en los que conocemos a los personajes sin llegar a que les cojamos más cariño del conveniente porque estamos a lo que estamos, ante un tipo muy peligroso y a un duelo sangriento con una especie de heroína que no se arredra.
La película tiene ritmo, es entretenida y se convierte en un divertimento estival salvaje, con la gracia de aquellas propuestas de serie B hechas para pasar un buen, o mejor dicho, un mal rato, que es lo que se pretende, con su original toque diferencial al incluir un psicópata entre tiburones, tan negativamente populares pese a que las mordidas son más causa de la imbecilidad de la gente que se arriesga que al instinto criminal que se les atribuye.
Dangerous Animals
Como aquel letrero para los bañistas frente a una playa de Cape Cod en Massachusetts que decía “Esta playa es zona de tiburones. Esta es su casa, así que recuerda que el intruso eres tú”.