Liturgia invariable

Este maldito Covid-19, como a casi todos, también le ha trastocado los planes a Xavier Baró, quien no ha tenido más remedio que posponer en varias ocasiones la presentación de La Veu de la Muntanya, su magnífica última colección de canciones. Por fin, este pasado fin de semana pudo llevarse a cabo el acto en un Cafè del Teatre de l’Escorxador con capacidad restringida, distancia de seguridad garantizada y mascarilla entre trago y trago y, por tanto, una presencia de respetable bastante desangelada y exigua, aunque no nos queda otro remedio si queremos seguir disfrutando de música en directo. El caso es que nuestro cantautor en activo más veterano cumplió a la perfección, como suele ser habitual en todas sus actuaciones, con esa liturgia suya invariable y que desde hace tantos años ya se nos ha hecho completamente familiar. A saber, unas cuantas canciones de esa tan reciente factura creativa antes citada y, para completar, alguna que otra muestra de su ya tan amplia mochila compositiva de casi una veintena de álbumes. Acompañado del gran multinstrumentista Héctor Beberide, artista pura debilidad de quien suscribe esta reseña, y que lo toca todo, el de Almacelles completó un show pulcro y sin estridencias, en el que destacaron, como siempre, su fantástica poética y esa voz que se mantiene impoluta como si de alguien de veinte años se tratara, aspectos que su público fiel siempre ha valorado, y mucho. Casi dos horas de espectáculo, pues Baró y Beberide fueron generosos y lo alargaron todo lo que fue menester, en respuesta a las peticiones que los asistentes reclamaron entusiasmados. A destacar, finalmente, la inclusión de Brida, un bellísimo poema de la malograda Maria-Mercè Marçal que el Bardo de Ponent ha logrado dotar de un vestido sonoro igualmente primoroso y a la altura de las circunstancias.