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Se ha demostrado que el exceso de velocidad está estrechamente vinculado al aumento de la accidentabilidad en nuestras carreteras y se ha probado que con iniciativas como el control de la velocidad o en su momento el carnet por puntos disminuyen los accidentes y también las víctimas. Pero debemos de ser una civilización con prisas que siempre piensa que los accidentes son cosa de los demás y nunca nos afectan, a tenor de los datos sobre las multas impuestas por superar la velocidad fijada en los tramos controlados por cinemómetros fijos que se han convertido en una de las más notables fuentes de ingresos de la administración, porque según datos del Ara, los 246 radares fijos instalados en Catalunya han permitido ingresar 254 millones en cinco años, una cifra que supera el presupuesto de un ejercicio en políticas de turismo, consumo e industria y que obliga a preguntarse sobre si hay afán recaudatorio en algunas señalizaciones, si es bajo el nivel de responsabilidad cuando nos ponemos al volante o si todos los radares instalados contribuyen a disminuir la accidentabilidad en el tramo controlado.

En las carreteras de Lleida, los datos no son menos espectaculares, con 64.000 multas en un año con una recaudación de tres millones de euros, algo que viene a representar que cada día, 175 conductores son detectados por la treintena de radares instalados y que generan unas multas diarias superiores a los ocho mil euros. Teniendo en cuenta que estamos hablando de radares fijos, que están exhaustivamente señalizados y que son conocidos por la mayoría de conductores, habrá que convenir que se conduce con demasiadas prisas, con escaso respeto a la señalización y sin valorar demasiado el impacto económico de la sanción. Después podemos criticar el posible afán recaudatorio, la idoneidad de la ubicación de algunos de los radares existentes y su dudosa incidencia en la reducción de accidentes, pero es evidente que las normas están para ser cumplidas y que si hay un límite de velocidad, debe respetarse. Y más, teniendo en cuenta que la tendencia es incrementar los controles con fórmulas que controlen tramos como en el túnel de Vielha o con más radares como en los países europeos y más dureza en las sanciones a los infractores. Y quien no quiera respetar la norma, tendrá que pagarlo más caro.

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