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Hoy está previsto que se escenifique el abandono de las armas por parte de ETA después de casi sesenta años de atentados, 829 muertos y mucho dolor en todos los bandos, y es una excelente noticia para el País Vasco y para el conjunto de España porque representa el fracaso de quienes optaron por una actuación violenta para intentar cambiar la historia. En una carta a la BBC, ETA se proclama una organización desarmada porque ha entregado su arsenal a representantes de la sociedad civil, explicando que “tomamos las armas en nombre del pueblo vasco y ahora también las dejamos en sus manos” en un intento de edulcorar lo que es el fin de una organización terrorista como un supuesto pacto con la sociedad a la que pretendían representar. Ni les encomendó el pueblo vasco que cogieran las armas, ni ahora se redimirán con supuestas ceremonias de entrega de armas a “verificadores civiles” para que luego entreguen el arsenal a las autoridades francesas con supuestas garantías de que no habrá represalias, ni investigaciones paralelas por el uso de las armas entregadas.

Lo que tiene que hacer ETA es asumir su fracaso, reconocer que el recurso a la violencia solo ha provocado dolor y muerte en Euskadi y en España, y además de entregar las armas, disolverse automáticamente y dejar que sean los representantes elegidos democráticamente por los ciudadanos los que gestionen el futuro del país. Se pueden organizar todas las parafernalias que se quieran para justificar el fracaso de la violencia terrorista, y aunque ayer en su comunicado lo que queda de ETA insistiera en que “España y Francia están empecinados en el esquema de vencedores y vencidos”, lo cierto es que la conjunción de las vías policiales, diplomáticas y ciudadanas han propiciado el fracaso de quienes habían convertido el recurso a la violencia en su único argumento, y que el País Vasco ha recuperado una etapa de prosperidad en la que todas las opciones políticas, incluida la independencia son defendibles y cuentan con apoyos, pero olvidando de una vez por todas el recurso a la violencia terrorista que tanto mal ha provocado. Estamos ante el final de ETA y es más honesto admitir las equivocaciones y los posibles fracasos que intentar vestirlos con ceremonias pretendidamente bilaterales y más bien inverosímiles.

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