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La noche del jueves cuatro turistas alemanes fueron detenidos cuando trataban de regresar a su país después de violar, presuntamente, a una compatriota de 18 años en un hotel de Mallorca. Esa misma noche, un grupo de incontrolados trató de asaltar un centro de acogida de menores migrantes no acompañados (Mena) de El Masnou porque uno de estos jóvenes habría intentado abusar de una chica de esta población del Maresme. Si no se consumó el delito es porque otros Mena le recriminaron su actitud y ayudaron a la víctima. A nadie se le ocurriría ir a protestar ante los hoteles que acogen a turistas germanos porque alguien de esta nacionalidad cometa un delito execrable, pero no se utiliza el mismo rasero con los Mena. El menor de El Masnou que habría intentado violar a la joven fue detenido, pero para un grupo de ultras exaltados eso no fue suficiente. Los enfrentamientos entre partidarios y detractores de los Mena se saldaron con una persona detenida y cuatro heridos. Puede parecer un caso aislado, pero es la punta del iceberg de un enorme reto social por el que las administraciones pasan de puntillas. Los ayuntamientos piden recursos para gestionar la integración de estos jóvenes. El colectivo de exMena asegura que los menores tutelados “tienen miedo” y que muy pocos saldrán del círculo de la violencia y la miseria porque al cumplir los 18 a la gran mayoría se les abandonará a su suerte. Y, mientras, el fantasma de la extrema derecha se alimenta de miedos y de medias verdades. Lo que pasó en El Masnou no es una protesta que a alguien se le fue de las manos, sino que estuvo orquestada por “grupúsculos de extrema derecha”, según el propio conseller de Asuntos Sociales, Chakir El Homrani. En el verano de 1992, el entonces alcalde de Fraga, el socialista Francisco Beltrán, se desgañitó en vano pidiendo recursos para atender a los cientos de inmigrantes que habían acampado en el campo de fútbol. “Me mandaban guardias civiles y lo que estos chicos necesitaban era un lugar para dormir, trabajo, comida...” El campo de fútbol fue asaltado una noche infame. Era la crónica de un brote xenófobo anunciado. Los Mena están aquí y nadie puede lavarse las manos y desentenderse de las necesidades de estos chicos. Solo en las comarcas de Lleida hay 530, el triple que hace nueve meses. En su integración nos jugamos la convivencia. Un dique de contención para la extrema derecha.

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