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Cumplimos dos semanas de confinamiento por el maldito coronavirus sin que las estadísticas acaben de romper el sesgo negativo y nos acercamos a fin de mes sin que tampoco lleguen buenas noticias para los bolsillos, mientras nos vemos sacudidos cada día por un aluvión de expedientes de regulación temporal de empleo que afectan a millón y medio de trabajadores en España, medio millón en Catalunya y unos 16.000 en Lleida, pero que seguirán aumentando. Evidentemente, lo prioritario es combatir la pandemia y prevenir la salud de los ciudadanos y a ello deben dedicarse los principales esfuerzos para que el personal sanitario pueda trabajar, pero este objetivo debería ser compatible con el mantenimiento de la actividad económica esencial, preservando las necesidades de la ciudadanía y buscando fórmulas para garantizar la continuidad del tejido económico del país. Se anunció un gran paquete de medidas económicas que representaba el 20 por ciento del Producto Interior Bruto, pero consistente básicamente en avales para garantizar la liquidez de las empresas cuando el gran problema que tienen ahora, sobre todo las pymes y los autónomos, es básicamente de solvencia, porque se han quedado durante una quincena de días sin ingresos mientras tendrán que afrontar los gastos fijos. Así lo refleja el informe de Pimec sobre la situación, que muestra como el 78 por ciento de las pymes considera el momento económico como malo o muy malo y el 87,2 por ciento ha registrado reducción de ventas y anulación de reservas, con lo cual si no hay una moratoria de los gastos, incluidos los tributarios, tendrán difícil superar la crisis derivada del coronavirus. Y de momento se echa en falta más concreción por parte de los gobernantes, que han anunciado grandes planes pero mantienen el cobro de impuestos, tanto los locales como los estatales, y sin que tampoco se hayan concretado las medidas de ayudas sectoriales. También es descorazonador que las grandes instituciones tampoco se ponen de acuerdo, como se vio el jueves en la Unión Europea, donde España e Italia tuvieron que bloquear la cumbre durante horas como protesta ante los planes poco ambiciosos para combatir la crisis del resto de países. Y tampoco en el G-20 se vio el impulso necesario para enfrentar la recesión que, si alguien no lo remedia, llegará cuando superemos la pandemia. Es ahora el momento de ponerle remedio.

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