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“La moda pasa, el estilo permanece”. Pero aunque sea un sacrilegio contradecir a Coco Chanel en estas cuestiones, cuesta resistirse a la moda, y más en los años 80 cuando ser moderno era –casi– una cuestión de estado. Y no hablamos solo de ropa. Hace cuarenta años, urbanistas y arquitectos apostaron por las llamadas plazas duras y ahora, en plena emergencia climática, se confirma que no fue una buena idea. Las plazas duras eran soluciones para la urbanización de espacios públicos de gran extensión, en los que el cemento reinaba en detrimento de cualquier elemento de vegetación y el mobiliario urbano era escaso o nulo. La plaza de Sant Joan de Lleida sería un ejemplo paradigmático, pero no el único, baste recordar la urbanización del Turó de la Seu Vella, que originalmente no tenía bancos para viandantes ni sombras bajo las que cobijarse en verano. Más allá de criterios estéticos, esta ciudad inhóspita es una de las razones por las cuales la temperatura en Lleida ha experimentado una anomalía térmica de casi 5 grados en junio, la mayor entre todas las capitales del estado, que solo –un solo muy matizable– han ganado un grado. A esas plazas duras las llamamos ahora islas de calor. En la capital del Segrià 47.3843 vecinos viven en calles sin zonas verdes, lo que contribuye al aumento de la temperatura. Hace bien la Paeria en revertir esta situación con iniciativas como la del sendero verde que se ha creado recientemente en Cappont, pero la apuesta tiene que ser más decidida y más generalizada. En el trabajo de fin de máster en Arquitectura del Paisaje para un Desarrollo Sostenible de la Universidad de Ciencias de la Agricultura de Suecia, la leridana Helena Guiu elaboró un mapa de temperatura superficial con las zonas más cálidas y más frescas, que constata que la Mitjana registra 13 grados menos que las áreas industriales. En este trabajo proponía crear un nuevo parque entre Gardeny y Vallcalent, rehabilitando un ecosistema de bosque mediterráneo para generar brisas frescas hacia la ciudad. También planteaba una red de refugios climáticos cada 300 metros conectados por corredores vegetales, instalar cubiertas verdes en las zonas industriales para reducir la acumulación de calor y aplicar el principio 3-30-300 (que cada vivienda tenga tres árboles visibles, un 30% de cobertura arbórea y un espacio verde a menos de 300 metros). Con una altitud de solo 167 metros sobre el nivel del mar, Lleida tiene las de perder con el cambio climático. Cuando se instala una dorsal cálida, el aire tiende a descender en altitud y a comprimirse, por lo que se disparan los termómetros. Junio ha supuesto una severa advertencia. Hemos superado los 35 grados más de 20 días, hemos estado 233 horas a más de 30 grados y hemos tenido 15 noches tropicales (con la temperatura por encima de los 20 grados). Como en el célebre eslogan publicitario, tenemos que pensar en verde.

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