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Las listas de espera en la sanidad pública catalana tienen mala salud, a tenor de sus registros. Que la demora para la visita a un especialista de oftalmología en el hospital Arnau de Vilanova sea de casi 6 meses, y de más de cuatro para uno de traumatología, así lo constatan. Hay que destacar que estos datos son una media, lo que supone que hay pacientes que pasan un año o más esperando una consulta. El departamento de Salud suele argumentar que los casos más urgentes son atendidos de forma prioritaria, que los que deben aguardar más tiempo corresponden a patologías leves y que los datos en Lleida son mejores que la media de Catalunya. Menos mal que en algo estamos mejor, cabría añadir sobre este último aspecto. Sin embargo, el punto de vista de los afectados es muy diferente. Ayer publicamos el testimonio de una paciente que tiene síntomas de sufrir cataratas y le han dado hora para dentro de ocho meses. Señaló que si entonces se confirma que debe someterse a una intervención quirúrgica, deberá esperar unos cuantos meses más para solucionar este problema. Además, concluyó que “cada vez somos más habitantes, pero tenemos los mismos recursos”. Es una muy buena observación que puede aplicarse a la gran mayoría de servicios públicos. A finales de los años ochenta, la Generalitat lanzó una campaña publicitaria con el lema “Som sis milions”. En noviembre de 2023, Catalunya alcanzó los 8 millones de habitantes, que son un 33% más. La pregunta es: ¿la administración ha aumentado en la misma medida su oferta en materia de sanidad, educación y en diversos ámbitos sociales? La respuesta es no. Por eso las listas de espera son tan largas. El Arnau acaba de estrenar un nuevo edificio para las consultas externas, que mejora sustancialmente la funcionalidad y comodidad del servicio. No obstante, esto no servirá para recortar las demoras, porque Salud no ha anunciado ninguna ampliación de la plantilla de profesionales. Los recursos destinados a los pilares del estado del bienestar quedaron seriamente mermados a raíz de la crisis económica y no han logrado recuperar los niveles previos a la misma. Esta situación perjudica más a los ciudadanos que tienen menos recursos y a los de una clase media cada vez más empobrecida porque sus ingresos no crecen al ritmo que lo hace el coste de vida, mientras que los más acomodados recurren a los servicios que presta el sector privado. Los presupuestos públicos dependen principalmente de la recaudación obtenida a través de los impuestos, que está en función de la actividad económica, de la presión fiscal y de la capacidad de evitar el fraude. Hay que recordar esta cuestión porque pagar impuestos nunca es popular. Prometer grandes bajadas de los mismos resulta muy atractivo, pero hay que analizar a quién beneficiaría y si realmente las personas físicas y jurídicas que más tienen son las que más aportan.

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