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La Conferencia de Decanos de Educación ha aprobado esta semana el Libro Blanco de la titulación, en el que apuesta por alargar un año la formación de los futuros maestros de Primaria y de los profesores de Secundaria. En el primer caso, añadiendo un curso de máster de especialización a los cuatro del grado. En el segundo, ampliando el actual máster de un año a dos o, como mínimo, a uno y medio. De entrada, parece una propuesta razonable, porque una de las claves para mejorar el nivel educativo es disponer de docentes bien formados que estén en condiciones de ofrecer una enseñanza de calidad. En esta línea, es necesario potenciar las prácticas para que los estudiantes puedan ver la realidad con la que se encontrarán en las aulas y las distintas metodologías que aplican los centros. Hay que tener en cuenta que la incorporación al sistema por parte de los nuevos titulados tiene lugar muy mayoritariamente a través de sustituciones. Esto hace posible que un maestro pueda estar unos meses en un centro que no utiliza libros o en uno que mezcla alumnos de ciclos diferentes y después ir a uno donde sí se hacen servir libros o a otro donde se respeta estrictamente la organización por cursos, por ejemplo. Y en cuanto a los profesores, también deben conocer de primera mano cómo funcionan los centros y, a la vez, estar bien formados en materia pedagógica, que no se imparte en los grados en los que se han titulado. No obstante, aumentar el nivel de exigencia debería ir acompañado de la contrapartida de que esto se traducirá en un mayor reconocimiento de la profesión. Precisamente, el pasado sábado miles de docentes protestaron en Barcelona para pedir mejoras laborales, empezando por la salarial. Denuncian que no se han revertido los recortes aplicados hace ya casi quince años y los sindicatos del sector reclaman aumentos que rondan el 25%. Sin entrar a analizar cifras y porcentajes concretos, es cierto que los sueldos que perciben en Catalunya son de los más bajos de todas las comunidades autónomas. Asimismo, en los últimos años la diversidad en las aulas se ha incrementado mucho, no solo por el efecto de la inmigración, sino por la aplicación del decreto de la escuela inclusiva, sin que se hayan destinado los recursos necesarios para poder afrontar los retos que plantea esta nueva realidad. Y a nivel general, hay que hacer lo posible para que maestros y profesores recuperen el prestigio social perdido. No podemos quedarnos en el chascarrillo fácil de que trabajan pocas horas y disfrutan de tres meses de vacaciones. Si se hace bien, la docencia requiere de un gran esfuerzo. Por eso hay que avanzar en la senda de garantizar una formación de calidad, evaluar después que los profesionales lleven a cabo su labor con eficiencia y, a cambio, revisar al alza sus retribuciones y asegurar que el sistema educativo tiene todos los recursos que necesita.

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