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Once años sin saber nada del paradero de Sonia Iglesias

Concentración en la Plaza de la Herrería de Pontevedra en recuerdo de Sonia Iglesias.

Concentración en la Plaza de la Herrería de Pontevedra en recuerdo de Sonia Iglesias.EFE

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Sonia Iglesias Eirín desapareció el 18 de agosto de 2010 – este miércoles se cumplirán once años– en pleno centro urbano de Pontevedra. El padre de su hijo y la única persona a la que apuntaron, Julio Araújo, murió. También el progenitor de ella, sin conocer el paradero de su hija. El rastro de esta mujer de 37 años se perdió después de que no se presentase en el puesto de trabajo que ostentaba como encargada de un establecimiento comercial en el casco histórico de Pontevedra. Su marido, de 62 años, fue el que la llevó aquella mañana. Juntos visitaron una zapatería en la que ella dejó un par de sandalias. Después, como había mucho tráfico, Sonia prefirió bajarse del vehículo y hacer el trayecto andando.

Aparte de su cartera con la tarjeta sanitaria dentro, hallada el primer fin de semana de su falta en una cuneta cerca del monte Castrove, no se conocen hasta la fecha otros hallazgos significativos en el marco de la investigación. Julio Araújo llegó a declarar como investigado, pero finalmente la Justicia retiró la imputación y archivó el caso por falta de pruebas. La familia de la mujer, arropada por amigos y vecinos, siempre ha pedido que se mantenga vivo su recuerdo y que se esclarezca lo sucedido con ella. Avanzado el tiempo se han disipado las esperanzas de encontrarla con vida.

Araújo murió en septiembre de 2020, víctima de un cáncer de pulmón. A pesar de la presión policial sobre él, también sobre uno de sus hermanos al que señalaron como posible cómplice, y de los múltiples registros en propiedades de su familia, los investigadores nunca lograron pruebas lo suficientemente sólidas contra este hombre, la única persona sobre la que llegaron a poner el foco. Una de las últimas apariciones públicas de Julio Araújo se produjo en febrero de 2018 cuando acudió a la comisaría de la Policía Nacional de Pontevedra para declarar como investigado por el homicidio -que ya no desaparición- de la gallega. Ella le había pedido el divorcio y trascendió que estaba enamorada de un empresario español residente en Venezuela Antes de la tragedia, Julio y Sonia celebraron la primera comunión de su hijo, Alejandro, que tenía 8 años cuando desapareció su madre.

Él, en la actualidad doblemente huérfano, ha tenido que solicitar que se declare muerta legalmente a su madre, por razones de herencia, para desbloquear cuestiones que son de carácter legal y de índole administrativa. La apertura de ese expediente por el Juzgado de Instrucción número 5 de los locales, pese a ser un trámite duro, fue interpretado como previsible por Mari Carmen, hermana de Sonia, ante la necesidad de poner todo en orden. La tramitación resultó posible porque el requisito de que tenía que haber pasado una década se cumplía.

Tanto Policía como Fiscalía expresan continuamente su voluntad de no abandonar esta causa, pero la posibilidad de que vaya a reabrirse se antoja remota, toda vez que fue cerrada provisionalmente, hasta en dos ocasiones, por el juzgado de Violencia de Género.

Julio Araújo se libró de una imputación por detención ilegal y de la acusación por un presunto homicidio. Alejandro, el padre de Sonia y de Mari Carmen, falleció el pasado 13 de mayo, a los 73 años, con todas sus dudas sin respuesta, igual que le ocurre a su mujer, Carmen Eirín, que no abandona la lucha. En aquella calurosa jornada de verano del 18 de agosto de 2010, Mari Carmen acudió al trabajo de Sonia a las 13:25, cinco minutos antes de su turno de entrada. No pudo verla porque no apareció. Una compañera la llamó al móvil y saltó el contestador. En el fijo de casa contestó Julio, al que se le informó y preguntó por la tardanza. Mari Carmen acudió a casa de sus padres desde donde telefonearon a la tienda a las dos de la tarde. Tampoco. Entonces contactaron con Araújo para que recogiese a la madre de Sonia con el fin de preguntar en centros de salud o en algún hospital. Así lo hizo, a las tres y media. La denuncia la puso el propio Araújo por la noche.

Fotos de Sonia empapelaron la ciudad del Lérez. Y comenzó el rastreo de una vecina que, con el paso de los días, y ahora transcurrida más de una década, parecía haberse esfumado. Su caso conmovió. Y conmueve.

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