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La otra cara del Black Friday

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El Black Friday es un “día negro” para el planeta, afirma Greenpeace. La facturación mundial se disparó el año pasado hasta rondar los cuatro billones de euros. “Vivimos en un planeta con recursos limitados, pero aún así, utilizamos muchos más de los que necesitamos. Con el actual ritmo de consumo, necesitaríamos tres planetas para suplir la demanda actual de todo tipo de artículos”, denuncia Greenpeace.

Según la ONG, “la publicidad consumista, la búsqueda exponencial de beneficios de las grandes empresas, la obsolescencia programada, la globalización, las modas y la apuesta casi inexistente por la reparación, el intercambio u otros modelos por parte de los gobiernos hacen que compremos muchos más artículos nuevos de los que necesitamos, y de los que el planeta puede proporcionarnos”.

Desde 2015, las ventas del Black Friday han aumentado entre un 10 y un 20% cada año. Y a este incremento hay que añadirle un cambio de patrón en el consumo registrado a partir de 2019, cuando se incrementó la compra on line. Las restricciones derivadas de la pandemia provocaron el año pasado una auténtica explosión del comercio online, especialmente durante el Black Friday.

Greenpeace subraya que los eventos que fomentan el consumo excesivo, como el Black Friday, tienen un “gran impacto” en el planeta. “Deforestación, pérdida de biodiversidad, contaminación del aire y del suelo, extracción de materias primas y alteración del suelo, y disminución de la cantidad y calidad del agua”, son algunos de los impactos a los que contribuyen.

El uso medio actual de los recursos naturales en el mundo es 1,7 veces más rápido de lo que los ecosistemas pueden regenerar cada año. Pero este promedio global está “muy descompensado”. Según los cálculos de Greenpeace, si el mundo entero consumiese como Estados Unidos, serían necesarios hasta cinco planetas; como en Australia, 4,1; Corea del Sur: 3,5; Rusia 3,3. Si se toma como referencia a España, harían falta 2,5 planetas. Es la media de la Unión Europea.

En 2019, el 33% de los consumidores españoles anunció que realizaría compras para aprovechar el Black Friday. En 2020 esa cifra subió hasta el 40%. Moda (53% de las personas encuestadas), calzado y complementos (39%), electrodomésticos, aparatos electrónicos, y teléfonos móviles (35%) son los artículos más vendidos en el Black Friday.

Solo la producción, el embalaje y el transporte de todos los productos que se compraron en Madrid durante el Black Friday de 2019 fueron responsables del 1,7% de las emisiones anuales de la ciudad.  Y el 81,11% de ellas fue debido a la producción y comercialización de los productos. “Esas emisiones serían equivalentes al carbono almacenado en 211 hectáreas de bosque templado, o como si cada habitante del planeta hubiese deforestado 4 metros cuadrados de bosque templado”, resalta Greenpeace.

Según datos de la ONU, solo para producir unos vaqueros se necesitan 7.500 litros de agua, el equivalente a lo que una persona bebe durante siete años. El consumo de agua de la moda rápida asciende a casi 8 millones de metros cúbicos al año. Y es responsable del 20 % de la contaminación industrial de agua. Paradójicamente, mientras que desde 2000 se ha duplicado la producción de ropa, su uso ha disminuido un 36%. Algunos estudios señalan que más de la mitad de la moda rápida, se tira en menos de un año. El 73% acaba incinerada o en vertederos. Un problema añadido es el uso cada vez más extendido de fibras sintéticas. La ropa libera más de medio millón de toneladas de microfibras en el océano cada año, lo que equivale a más de 50.000 millones de botellas de plástico. Greenpeace asegura que la industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones mundiales.

En cuando a la tecnología, solo en 2019 se generaron 53,6 millones de toneladas de residuos electrónicos a nivel global. Solo el 17,4% de estos se recogieron y reciclaron . En España se generaron ese año 888 millones de kilos de residuos electrónicos, 19 kilos por persona. Según la European Environmental Bureau (EEB), la obsolescencia programada y el consumismo electrónico suponen la emisión de 48 millones de toneladas de CO2 al año. De hecho, si la vida útil de los aparatos electrónicos se extendiese solo un año más, se ahorrarían cerca de 4 millones de toneladas de CO2 al año hasta 2030, equivalentes a eliminar dos millones de coches de las carreteras europeas cada año, concluye Greenpeace.

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