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HISTORIA

La versión del rey emérito Juan Carlos I: ¿Qué se sabía en Lleida pero no en Madrid a 17 días del 23-F?

Plantó a Sofía el día que murió su suegra para ver al general Armada. 

Baqueira, escenari de vides paral·leles amb protagonistes que van passar del poder als embolics tributaris.

Baqueira, escenari de vides paral·leles amb protagonistes que van passar del poder als embolics tributaris.

Lleida, Lleida

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El rey emérito Juan Carlos I se reunió en Baqueira con el principal implicado en el fallido golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el general Alfonso Armada, 17 días antes de la asonada y seis antes de que el general, que había sido su secretario y, por orden de Franco, su instructor militar desde 1955, alcanzara gracias a su “insistencia y a pesar de la oposición de Adolfo Suárez”, entonces presidente del Gobierno, el puesto de segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, según revela en su libro de memorias, titulado Reconciliación.

El rey emérito ofrece en realidad pocos detalles de su encuentro con el militar, condenado a 30 años de prisión por su implicación en la trama golpista, con la que planeaba colocarse como presidente del Gobierno. Fue indultado en 1988 por el Gobierno de Felipe González y falleció en diciembre de 2013.

Acte amb militars, entre els quals Armada, a Lleida.

Acte amb militars, entre els quals Armada, a Lleida.

Armada siempre negó su implicación en el fallido golpe, aunque las sospechas sobre sus eventuales vínculos se dispararon cuando, el mismo 23-F, el jefe de la casa Real, Sabino Fernández Campo, respondió a la consulta de uno de los conjurados, José Juste, el jefe de la División Acorazada Brunete, sobre la presencia de Armada en La Zarzuela con aquel “ni está ni se le espera” que resultaría clave para frenar la asonada.

Armada observa Suárez en una visita a Lleida.

Armada observa Suárez en una visita a Lleida.

Armada era en la fecha del encuentro en Baqueira, y desde 1979, gobernador militar de Lleida y, como tal, jefe de la División de Montaña Urgell IV, una unidad de más de 6.000 efectivos que disponía de cuarteles en Lleida y Barcelona y que desde los de Vielha y Castellciutat tenía acceso a los principales pasos fronterizos de la demarcación. Iba a dejar el puesto en menos de una semana para instalarse en Madrid.

Joan Carles I durant una jornada d’esquí a Baqueira.

Joan Carles I durant una jornada d’esquí a Baqueira.

¿De qué querían hablar el entonces rey y el entonces militar? Juan Carlos I no da demasiadas pistas, aunque sí parece que se trataba de algo importante. “Me quedé en Baqueira esa noche porque tenía una cita que no quería cancelar”, explica. Y no la canceló, por mucho que ese mismo día hubiera muerto su suegra, Federica de Grecia, en una operación de cirugía estética. Su esposa, la emérita Sofía, “por supuesto, regresó inmediatamente a Madrid”, explica. “Me reuniría con ella al día siguiente en Madrid”, añade.

Desplaçament reial en telecadira al Pirineu.

Desplaçament reial en telecadira al Pirineu.

Ruido de sables

Una semana antes, el 29 de enero, había dimitido Suárez en medio de un intenso ruido de sables, que es como se denomina a los movimientos previos de los golpistas. En ese ambiente, y en un viaje de descanso al Pirineo con la reina, “le había pedido a un hombre de mi confianza, el general Alfonso Armada, que se reuniera conmigo en Baqueira para cenar. Quería calibrar el estado de ánimo de las tropas y obtener información de primera mano”, narra.

¿Tanta información se le presuponía al gobernador militar de Lleida como para que el jefe del Estado recorriera más de 500 km con el fin de obtenerla? ¿Nadie podía ofrecérsela en la capital? ¿Tanto le interesaba como para dejar sola a su esposa el día que se muere su madre (y cargarle al erario público dos viajes de regreso)?

No obstante, la versión oficial que el emérito ofrece en sus memorias resta empaque al encuentro. “Éramos dos amigos íntimos que discutíamos sobre la delicada situación que atravesaba el país. En aquel momento, no me dijo nada que pudiera alertarme”, asegura. También reseña que el general no le habló de las reuniones que mantenía en Lleida con políticos y militares. “Me enteré más tarde. Todos los partidos políticos tramaban en secreto conspiraciones políticas para llenar a su manera el vacío de un poder tambaleante”, afirma.

El libro recoge otros episodios como la explosión de una bomba de dos kilos de goma-2 en el hotel Montarto, en Naut Aran, el 29 de diciembre de 1986. Recuerda que “tenía previsto reunirme con dirigentes políticos allí”, pero no que en él estaba alojada su escolta.

El volumen incluye varias referencias a las referencias del emérito y su familia en el Pirineo, aunque sin muchos detalles. Incluye “las vacaciones de esquí en los Pirineos” entre los “rituales ineludibles que no me perdía bajo ningún concepto” y mantiene que “cada estancia” reforzaba “el atractivo de la región y de este deporte que los españoles apenas practicaban antes de mi reinado (sic)”.

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