662607 Cosialls: Un asteroide de Lleida y un homenaje a los profesores que nos han marcado el camino
Kacper Wierzchos es un astrofísico leridano que trabaja en Arizona en un programa de defensa planetaria para la NASA. Ha descubierto miles de asteroides, y ahora ha querido que uno de ellos lleve el nombre de una persona de Lleida que le despertó la vocación.

Portada de la revista XXII
Hay profesores que nos enseñan materias; y hay otros que nos enseñan a mirar más allá, a atrevernos a explorar el mundo e, incluso, el universo. Lo que hace un buen profesor es eso: abrir la mente, encender una pasión y empujarnos ninguno un futuro que en plena adolescencia vemos muy lejos. Así, de vez en cuando pasa alguna cosa que te deja sin palabras: que aquel alumno que viste crecer y apasionarse vuelva a ti, años después, con un gesto que dice “gracias para marcarme el camino”. Eso es precisamente lo que le ha pasado al Anicet Cosialls, profesor jubilado de física y química en el Guindàvols de Lleida.
Pongamos contexto. Hace años una familia de científicos polacos aterrizó en la ciudad de Lleida. Su hijo Kacper, de cinco años, empezó escuela en el Guindàvols y pronto descubrió que su mundo no era mirar al suelo, si no a las estrellas. Lo que empezó como un hobby —un telescopio de Reyes y una webcam modificada— se convirtió en una obsesión compartida con su profesor de física. Juntos montaron experimentos, observaciones, y participaron en concursos de ciencia que los llevó en observatorios internacionales.
Con los años, aquel niño que hacía fotos de estrellas acabó convirtiéndose en astrofísico y hoy trabaja en la Universidad de Arizona, dentro del programa de defensa planetaria de la NASA. Dicho de otra manera: Kacper Wierzchos es uno de los que se encargan de vigilar que ningún asteroide decida poner fin a nuestro planeta antes de que lo hagamos nosotros mismos. Vigila los asteroides malos, los que pueden hacernos daño, pero también descubre los buenos: cuerpos silenciosos que viajan por el espacio y que, de vez en cuando, se convierten en homenajes. Y es que uno de estos, descubierto por él mismo, lleva el nombre de su antiguo profesor: 662607 Cosialls. Un reconocimiento que va mucho más allá del gesto simbólico, porque es también un homenaje a todos los profesores que, como él, han sabido despertar curiosidades y encender vocaciones. Los que, sin saberlo, han dejado una huella que orbita para siempre dentro nuestro —o, en este caso, literalmente, en torno al Sol.