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¿De pie o sentados? La polémica al concierto del Pot Petit que ha encendido el debate entre familias

Tres cartas al director reflejan tres miradas -la queja por el civismo, la defensa de bailar libremente y el llamamiento final a la convivencia y la empatía. Abrimos debate. 

Juneda. La pista del Parque Alegria, llena hasta los topes para disfrutar del concierto familiar de los populares El Pot Petit. Imagen de archivo. AYUNTAMIENTO DE JUNEDA

Juneda. La pista del Parque Alegria, llena hasta los topes para disfrutar del concierto familiar de los populares El Pot Petit. Imagen de archivo. AYUNTAMIENTO DE JUNEDA

Joan Teixidó
Lleida

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Lo que tenía que ser una fiesta familiar se convirtió en el núcleo de un curioso debate público. El pasado 25 de octubre, durante el concierto del popular grupo infantil El Pot Petit en Artesa de Lleida, un desacuerdo sobre cómo disfrutar del espectáculo ha desencadenado una serie de cartas cruzadas en SEGRE. Este intercambio de opiniones pone de manifiesto dos visiones opuestas sobre el civismo, el respeto y la convivencia en los espacios compartidos. Y con pequeños al centro.

La polémica empezó con una primera carta de queja. El problema central era claro: un grupo de adultos se mantuvo de pie justo detrás de las primeras filas, donde se habían sentado los niños, bloqueando completamente la visión en el resto de las familias. Después de protestas sonoras del público, la situación se resolvió: "Al final, la gente se sentó en el suelo y todo el mundo pudo disfrutar del concierto", explicaba la carta. A pesar de esta solución in situ, el sentimiento de agravio llevó al autor a calificar el acto de "falta de civismo" y a dirigir su petición tanto a los organizadores, para establecer protocolos que evitaran las "barreras de adultos y cochecitos", como al mismo grupo musical, para no permitir estas "desigualdades entre sus fans".

Esta queja inicial, que pedía sentido común y respeto, no quedó sin respuesta y pronto recibió una réplica contundente que cambiaría el foco de la discusión.

La réplica: El espíritu de un concierto

La segunda carta llegó como una réplica directa, cuestionando no sólo el comportamiento de los que se quejaban, sino su comprensión de lo que significa asistir a un concierto en vivo. El autor defendía que un concierto, independientemente de la edad del público, es para "bailar, saltar y cantar" de pie, con los niños a hombros o en brazos.

Esta respuesta contrastaba frontalmente con la primera visión, argumentando que quien quiere estar sentado tendría que ir a un recinto con butacas. El tono era notablemente más áspero, calificando a los padres que protestaron de "desubicados", "incívicos, acomodados y provincianas". Además, describía el incidente —en qué parte del público silbó y llamó hasta detener momentáneamente la actuación— como una situación "patética, esperpéntica y vergonzosa" que incluso sorprendió a los miembros del grupo.

La mediación: Un llamamiento a la empatía y la convivencia

En medio de la disputa, una tercera carta emergió como la voz de la reflexión y la empatía. Escrita por una madre que se autodenominaba "desubicada", esta intervención intentaba ir más allá de las acusaciones mutuas para abordar las necesidades reales y diversas de todas las familias presentes en el acontecimiento.

Los puntos clave de esta réplica final se pueden sintetizar en:

  • Derecho universal a disfrutar: El argumento principal es que el derecho a disfrutar del concierto pertenece a todo el mundo, desde la primera hasta la última fila.
  • Consideración de la diversidad: Recuerda que a un acontecimiento familiar asisten perfiles muy diferentes: familias con cochecitos, abuelos acompañando a los nietos, y adultos que físicamente no pueden sostener a un hijo a hombros durante una hora.
  • Propuestas constructivas: En lugar de limitarse a la crítica, sugiere soluciones prácticas como habilitar espacios específicos para cochecitos o sillas a los laterales para quien no se pueda sentar en el suelo.
  • El ejemplo positivo: Cita el concierto del mismo grupo en Juneda, donde no hubo ningún incidente, como prueba que la convivencia respetuosa es perfectamente posible.

Más allá del "de pie o sentados"

La polémica del concierto del Pot Petit trasciende la simple pregunta de si hay que estar de pie o sentados. Pone también de manifiesto el choque de contratos sociales no escritos que rigen los espacios públicos familiares. por ejemplo:

  1. ¿Cuál es la responsabilidad de los organizadores? La falta de pautas claras sobre cómo ocupar el espacio genera un vacío. Sin un protocolo claro, cada asistente aplica sus propias expectativas, un choque que puede llevar al conflicto.
  2. ¿Cómo equilibramos libertad individual y bien común? El debate refleja el debate entre el derecho a disfrutar de un concierto con libertad y la responsabilidad colectiva de garantizar que los otros, especialmente los más pequeños, también puedan hacerlo. ¿Donde acaba mi libertad y donde empieza el respeto por la experiencia de los otros? ¿Es un concierto un espacio para la expresión individual sin trabas, o un acto comunitario donde la visibilidad y el disfrute de los más pequeños es la prioridad?
  3. ¿Estamos dispuestos a mirar más allá de nosotros mismos? La invitación final de la tercera carta a "saber mirar más allá de nosotros mismos" es una conclusión importante. 

¿Y tú, qué piensas?

Este debate va mucho más allá de Artesa de Lleida. ¿Te has encontrado alguna vez en una situación similar? ¿Quién crees que tiene la razón? ¿Cómo tendría que ser el concierto familiar ideal? Vota y comenta. 

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Tras la polémica sobre un concierto de El Pot Petit, ¿cómo crees que se deben disfrutar estos conciertos?

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